lunes, 3 de febrero de 2020

Observadores Creativos


Foto: Marisú Ramírez

Opinión No.  70 viernes  11 de agosto de 2017

Por Marisú Ramírez

Se dice que somos el organismo más sensible e inteligente de la Tierra. Tenemos la capacidad de registrar una enorme cantidad de información y lo que logramos percibir a veces nos agobia, nos asusta y lo bloqueamos, construimos un muro de creencias en un universo individual habitado con una aparente y no siempre cauta indiferencia.

El aislamiento mental nos impide conectar con el entorno y como mecanismo de defensa negamos todo aquello que no comprendemos. En la diaria convivencia con los demás se dan los famosos “choques de creencias” que se manifiestan en cruentas guerras, luchas de poder, crímenes, injusticias y desigualdades sociales.
Los conflictos son interminables y tienen lugar en todas las esferas. No así en la naturaleza, un árbol no depende de otro para crecer, una hoja crea su propio espacio para brotar y desarrollarse, una flor no rivaliza por la belleza, no hay competencia, todo fluye, gira y se desarrolla en armonía con la dádiva eterna de la Luz, la Energía Vital.
Pero los seres humanos, no aceptamos este hecho. No nos damos cuenta que entre todos hemos construido una realidad ilusoria que opaca nuestras capacidades y deteriora fuertemente nuestra forma de relacionarnos. El miedo y el orgullo crean en nosotros una cerrazón intelectual que genera un marcado  aislamiento, que a su vez al interactuar obligadamente en sociedad genera demasiada violencia, y no sólo en las guerras, sino también en los más ínfimos detalles de nuestro diario acontecer.
Somos incapaces de advertir cuántas veces nuestra alegría y bienestar provienen del dolor de otros. Cuando hay un ganador forzosamente se genera un perdedor. Una montaña no compite con otra para ver quién es más alta, o más hermosa, o quién tiene mayor riqueza. El ego es inevitablemente cruel porque vive encerrado en las paredes de un mundo de absurdos prototipos de belleza, de poder y de estatus social, con un inherente delirio de satisfacer todos sus caprichos.
Para evitar la alteración del ego, es necesario incrementar nuestra capacidad analítica, nuestra innata y nunca bien cultivada capacidad de “Observación Consciente” la cual es el resultado de una necesidad física, emocional y espiritual.  
Educar el ojo y la mente para saber mirar, así lo recomiendan los investigadores más avezados. La información está cifrada hasta en los más mínimos detalles, solamente hay que aprender a detectarlos y así hacerlos conscientes. La persona que sabe observar, descubrirá lo que nadie ve. Pasteur mencionó alguna vez que, “el azar favorece sólo a las mentes preparadas”.
Debemos aprender a observar. Para lograrlo es necesario dejar de actuar “en automático”. Muchas veces, cuando aprendemos a realizar una tarea, tendemos a repetir la rutina sin considerar otra forma de llevarla a cabo. En otras palabras debemos romper paradigmas y comenzar a experimentar una nueva manera de crear y ver la realidad.
Discernir la realidad con verdadero conocimiento de causa, generando así una cuota mínima de observaciones diarias significativas. La endeble seguridad que el sistema ofrece debe ser reinventada, es  imprescindible para construir el futuro.
Utilicemos el conocimiento para alcanzar los fines. Saber observar genera una diferencia con respecto al enfoque habitual. La realidad es la misma, lo que cambia es la visión y la perspectiva de cada individuo “El observador y lo observado”. La mirada creativa captura algo más, lo que el común de la gente no puede ver.
Saber observar, produce resultados inmediatos: observemos al político, al líder, a nuestros compañeros de trabajo. En la escuela, aprender con verdadero afán, llegar al fondo del conocimiento que nos conceden nuestros sapientes docentes, la mayoría de las veces desaprovechados. Cuestionar y analizar todo y a todos. Versa el dicho “A buen entendedor pocas palabras” y al buen observador, ¡También! masryram@msn.com

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