Opinión No.87 viernes 22 de diciembre de 2017
Por Marisú Ramírez
Los seres humanos estamos en un momento clave, en
el mundo vemos el fin de la misericordia de una forma recia y cruda, hay
tristeza y desesperanza en los rostros de las personas, las cuales conducen a
una prolongada soledad.
La humanidad tiene el deber de voltear hacia todos
lados, buscar y encontrar la fe, abrir un nuevo episodio en el tiempo y darse
la oportunidad de la más hermosa celebración navideña, encontrar la expresión
de la vida, ver la energía que nos produce el ser positivos, contemplar la luz
después de lo que será la noche más larga del año: la Nochebuena.
Se torna prioritario el acercamiento con
el Creador, con su carga de reflexión y amor al prójimo, eso distingue estas
festividades de fin de año. Convencerse que el tiempo es la usura de la vida,
la salud es la esperanza para el ser humano, para dar continuidad a su
naturaleza, en un devenir ancestral para establecer conexiones desde cualquier
credo sumamente necesario para mantener el amor que nos enseñó el Hijo de Dios.
En mi opinión celebrar estar vivos y
darle sentido a nuestra existencia con nuestras acciones nos revitaliza a
diario, en estas fechas es más intensa esta actitud. Por doquier vemos cómo se demerita
la vida, las carencias infinitas, los recursos tanto económicos como tecnológicos
para paliar el dolor y el sufrimiento existen en demasía pero en manos
egoístas, aunque veamos que se escapa la vida de seres amados o verlos en la
lejanía debe contentarnos saber que están bien en su lucha cotidiana por sobrevivir.
Aunque veamos a nuestro alrededor
problemas, no se tiene porque retroceder en el afán de aliviar las penurias y
las injusticias, eso es tener conciencia de que existen soluciones fuera del
conformismo; es hermoso abatir los males y salir adelante, escuchar y acogernos
a las mejores soluciones, correr riesgos sin dejarnos caer y energizarnos constantemente,
esa es la mejor lógica para que lo anhelado cristalice y se concrete.
Esta Natividad de Jesucristo es muy
diferente por el año que concluye, 2017 es distinto, no fue un lapso fugaz, una
fecha más como las pasadas, no puede considerarse como tal; hay problemas
estructurales en lo económico, en la salud, en lo cultural-educativo, en la
seguridad pública, la contaminación aparejada a los cambios climáticos bruscos
nunca antes vistos.
Nuestro país los padece desde hace
varios meses antes de esta celebración, no ha estado exento de un periodo
climático contrastante, las bajas temperaturas, los huracanes, el intenso calor
pintaron de rojo y blanco a México, puso en alerta a la sociedad. El planeta se
calienta y enfría de forma alarmante con efectos desastrosos a partir de sus
combinaciones con todo y el esfuerzo realizado por el Acuerdo de París firmado
por la mayoría de las naciones del mundo.
La celebración navideña es para los
mexicanos un acontecimiento sumamente especial, no es una fecha como otras, su
ámbito es amplio no admite variaciones de ningún tipo, va más allá de un hecho
histórico-cultural, es la conformación de un Espíritu Navideño que invade los
hogares, hace palpitar los corazones con intensidad y purifica los pensamientos,
es más que una simple sensación, es una auténtica vivencia con el Señor.
Por todo ello debe tenerse cuidado con
el consumismo desenfrenado cuando lleva a la simplicidad, llegar a los
comercios a comprar para quedar bien por encima de las ofensas proferidas
durante el año sin haber sido capaces de resarcir los daños causados; sin
escuchar al ofensor u ofendido, según haya sido el caso, es deprimente.
Fecha para no abrumar con halagos no
sentidos a los seres no tolerados, acogerlos por compromiso y agasajarlos con
regalos por encima del verdadero cariño no es bálsamo recomendado en estas
fechas, en las cuales se debe perdonar de corazón sin rencor alguno, es la
clave del verdadero amor señalado por el Hijo de Dios en su Natalicio. masryram@msn.com
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