Opinión No. 96 viernes 02 de marzo de 2018
Por Marisú Ramírez
Perdí la cuenta de las
ocasiones en las cuales he señalado la importancia de conocerse uno mismo para
avanzar en la existencia deseada.
No importan los momentos
críticos o alegrías pasajeras, todo ser humano multiplica sus objetivos, une
sus partes desintegradas o perdidas, va más allá del simple existir, tiene y
defiende sus roles sociales. Son, en otros términos, su respaldo.
En ese devenir histórico se
dejan de lado los conocimientos adquiridos en la escuela, los amigos de nombre
apreciados, esencias sociales, todos saltan hechos añicos, nada puede
describirse como permanente, todo sucede y pasa ante la vista sin sentido
aparente. Sin embargo, no es así; cada momento tiene su propia esencia
acompañada de su apariencia distorsionada.
El mundo de las apariencias está
presente en todo momento. Es en la vida lo sustancial. Aquellos sentimientos y
emociones, acontecimientos aparentemente significativos dejan de existir y se
van al baúl de los recuerdos, así pretende resolverlo el ser humano, lo amado y
lo que se mantuvo presente por su significación deja de existir por momentos o
para siempre, según sea el caso.
La ley de la vida se repite
interminablemente. Se resuelve por instantes lo imposible, para ello no se
requieren demasiados momentos de reflexión; las pasiones se van tal vez como
llegaron, así es el devenir del ser humano en general; lo agradable se queda
hasta que estorba, después desaparece, se esfuma, nunca existió, más aún cuando
es tóxica su presencia.
En ocasiones se piensa que
lo que la existencia nos entrega es lo merecido, tal vez sea así, muchos sufren
por la ausencia de los seres queridos, aquellos que dieron esencia y no fueron
comprendidos en su momento, se fueron aun siendo amados en extremo, no sé qué
es lo que se desea, la vida entrega lo mejor, lo demás queda a la elección
personal según la intensidad de los deseos.
La existencia nos forma o
deforma, no tengo la menor duda. La mayoría de las ocasiones se niega el ser humano
a dejar de lado sus posesiones materiales, aunque no las requiera las aprisiona
a cada momento, se trata de cubrir de virtudes lo inexistente, las elecciones
equivocadas dan al traste frente a la realidad. Es curioso, cuando se requiere materializar
la elección jamás se logra, porque en el fondo la razón lo niega, no se quiere,
el miedo domina al pensamiento.
Recuerdo la atinada
descripción del padre del existencialismo Jean-Paul Sartre descrita en su
propuesta “el ser y la nada”; las modalidades del pensamiento de la mano con la
literatura, esta espléndida obra lleva al lector a establecer una pausa de vida
para comprender qué y cómo se realizan los momentos de felicidad y su sucesión.
“…debemos
intentar desprender las significaciones de un acto partiendo del principio de
que toda acción, por insignificante que sea, no es el simple efecto de un
estado psíquico anterior y no conduce a un determinismo lineal, sino que se
integra, al contrario, como estructura secundaria en estructuras globales; y,
finalmente, en la totalidad que soy. De otra manera, yo debería comprenderme o
como un flujo horizontal de fenómenos, en el que cada uno fuera condicionado
exteriormente por el otro, o como substancia que soportara el deslizamiento sin
sentido de sus modos...”
En todo este devenir
de la existencia humana pocas veces se mira uno mismo para encontrar lo que le apasiona
y merece mantenerse vivo, lo prescindible queda en el camino, no está dispuesto
para satisfacer necesidades básicas porque no nace en uno mismo, viene de fuera
impuesto por las condiciones y virtudes de otros, casi nunca de uno mismo,
negamos la posibilidad y el placer de disfrutarnos, de completar el circulo de la
vida con la felicidad y alegrías necesarias e indispensables para una
existencia plena. masryram@msn.com
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