miércoles, 29 de marzo de 2017

El mito del amor



 

El enamora-miento es un mito en el que muchas personas creen se encuentra la felicidad. Ser feliz no es cosa fácil. Al creer que algo que deseamos, nos hará felices,  hacemos lo posible por lograrlo, siempre y cuando beneficie nuestra integridad y no sintamos vergüenza por lo que estamos haciendo con nuestras vidas.

La vergüenza es una actitud de honor. Las personas se extralimitan al aceptar — o dar, dependiendo del rol que se juegue— todo tipo de favores, tanto económicos como de otra índole, como si fueran un regalo del cielo o se lo merecieran por el solo hecho de existir. 

Pretenden hacer creer a los demás que están actuando correctamente y por ningún motivo aceptan su embarazosa aberración, ofreciendo una fachada falsa que surge de un nivel más profundo o inconsciente, sin ser auténticos, mucho menos éticos. 

Dentro de las relaciones nocivas de pareja —sean lícitas o no— existen dos tipos de personas, las que están centradas en el placer y las que están centradas en el poder. 

El mensaje: “Te amaré si...” lo que hace que una persona piense que no merece el amor o que debe complacer a otro para merecerlo. La elección requiere un elevado grado de conciencia. Sin ella no hay elección. El poder de elegir implica adquirir la responsabilidad de esa elección. La libertad y la responsabilidad son alas del mismo pájaro. 

Desafortunadamente, si nos centramos exclusivamente en el placer y tenemos una personalidad adictiva caeremos en un culto y una persecución de placer que, finalmente, destruirá nuestra capacidad de experimentar placer, aunque suene paradójico. El deseo natural de placer debe rendirse y dedicarse a la conducción de buscar significaciones. 

Cuando nos centramos en el placer, vendemos nuestros valores y muchas veces sacrificamos hasta la familia,  por la cantidad de placer que podemos obtener, por lo que se intenta evadir ansiedad, culpa y dolor.

Para quien busca placer, la pregunta es ¿qué tanto placer me puedes proporcionar? una vez que la persona, pierde la capacidad de proveer placer (lo cual es inevitable) pierde su valor y se desecha para encontrar un sustituto que pueda ser más placentero. Por lo que algunos se enfocan en el “enamora-miento” que parecería ser un área no dañina para buscar placer. Desafortunadamente no es así. Este es un juego peligroso. 

Después de todo, la intensidad es la que cuenta en el placer y la persona cree estar realmente enamorada. Cuando esa intensidad disminuye, el amor también se va. Esto hace que su vida y sus relaciones sean extremadamente volátiles. 

Conforme mueren los sentimientos, entran en crisis y declaran a su amor  herido de muerte y revisan sus sensaciones personales buscando diferentes caminos de placer. Este momento del amor puede ejemplificarse en parejas abusivas donde la intensidad se manifiesta como violencia, explicada como prueba de amor “me pega porque me ama”.

Actúan como depredador; cazan, comen, duermen y vuelven a cazar, nada satisface su hambre de placer. Quienes lo buscan permanecen merodeando por algo nuevo, más grande y con mejores componentes placenteros. El resultado final: dolor, lo que precipita más el aburrimiento y la depresión. 

Por otra parte están las personas centradas en el poder: Todos utilizamos el impulso por poder diariamente. Es una herramienta de supervivencia y de crecimiento. Cuando se convierte en un enfoque estricto, cuando buscamos el poder por el poder y cuando estamos atrapados en nuestra necesidad de control, nos lleva a buscar algo que nos haga sentir poderosos. 

La sensación que produce, seduce y ven en el poder mismo una fuente de bienestar y seguridad. Cuando no se tiene el poder, se sienten mal, pierden confianza y son vulnerables. Sentirse así es una condición de desnudez que inmediatamente tratan de cambiar para detentar nuevamente el poder. Pueden física o verbalmente intimidar o manipular para salirse con la suya o argumentar sin parar hasta ganar. El resultado es el pánico de la evidente pérdida de control. 

Estar equivocado es signo de falla y debilidad y eso les aterra y los vuelve vulnerables, se sienten amenazados y se transforman en un depredador que sólo busca poder y dominio. Si no controlan, atacan. Requieren estar en lo correcto, lo que construye un sentido de seguridad falso que les infla el ego. Esa ganancia de poder, como los vientos elevados del tornado, se dirige a la destrucción.  

En la relación, el dominante es codependiente de la parte sometida, lo que funciona al revés de lo deseado, el poder, lo tiene el sometido sobre su dominador; sin esta conexión vital el dominador pierde su identidad, y por debajo de la superficie se cuelan la rebelión y la resistencia. Ambos temen cualquier ruptura o cambio en la relación. El resultado final: miedo. masryram@msn.com  

miércoles, 22 de marzo de 2017

Simples palabras




El poder de las palabras es sorprendente. Pueden construir o destruir, facilitar u obstaculizar, generar hostilidad o felicidad. Llenar hogares de conflictos o de armonía. Todos en algún momento de nuestras vidas, experimentamos dudas y es durante esas ocasiones que las frases negativas y críticas que nos expresaron en el pasado —tal vez  hace muchos años—, suenan de nuevo en nuestros oídos.  


Carlos Siller menciona que la palabra tiene mucho de aritmética: divide cuando se utiliza como navaja, para lesionar; resta cuando se usa con ligereza para censurar; suma cuando se emplea para dialogar, y multiplica cuando se da con generosidad para servir. 


Reflexionemos en la siguiente pregunta ¿Trato a mi familia tan bien como a mis amigos? Muchas personas nunca dirían a un amigo las palabras humillantes y duras que se  pronuncian en casa ¡No tendríamos amigos! El actor Richard Burton,  mencionó alguna vez que una palabra hiere más profundamente que una espada.


La "charla destructiva" describe muchas palabras expresadas dentro de las familias. La mayoría de las veces las palabras no son reflexivas y bien enfocadas, o bien revelan que no estamos prestando atención al escuchar a la otra persona.  


Las personas pasan por las habitaciones, saludándose entre sí con sólo un gruñido. En la mesa, a la hora de la cena, hacen las preguntas de costumbre, “¿Cómo estás? ¿Cómo fue tu día?” Son comunes las preguntas de control: ¿Recogiste tus juguetes? ¿Sacaste la basura? Todos hablan..., pero el contenido es nulo. 


La mayoría de las veces no somos conscientes que nos expresamos en forma agresiva e improductiva, lo que deriva en que seamos catalogados por los demás como seres negativos e intolerantes. Una prenda rota se puede zurcir; pero la herida que provocan las palabras negativas lastima el corazón y la autoestima de una persona.


También es importante saber escuchar, regularmente no estamos escuchando a los demás, ¿Qué nos quieren decir? ¿Qué mensaje nos están enviando? Nuestro ruido mental, no nos permite escuchar. Paul Masson decía que en virtud de la palabra, el hombre es superior al animal; y por el silencio se supera a sí mismo. 


Una de las razones por las que se fracasa en las relaciones familiares, es porque  no es posible pensar y expresar con las palabras apropiadas. Las personas que carecen de principios no piensan antes de proferir palabras negativas y normalmente dicen lo primero que se les viene a la mente. ¡Cuidado con esos individuos! Son a menudo manipuladores de las palabras y de las personas. De modo que substituyen los principios por el oportunismo y la conveniencia.


En este mismo sentido están las personas que no escuchan, son verdaderamente irritantes porque hablan y hablan en forma monótona, compulsiva y negativa y no le permiten a los demás decir nada. Cuando por fin uno se puede colar por ahí y decir algo, antes de poder completar la frase, ya están hablando de nuevo, haciendo caso omiso de lo que uno trató de decir. Aun cuando el tema es importante, interrumpen para declarar que ya saben sobre qué se trata, pero la realidad es que nunca se enteran del asunto tal y como es, porque no escucharon. De modo que toman decisiones equivocadas basadas en lo que creyeron escuchar. 


Ante su terquedad y obcecación, muchas personas se empeñan en no escuchar lo que los demás tienen que decir; no les permiten expresar sus puntos de vista, o explayarse en sus comentarios. Esta terquedad les produce una verdadera cerrazón intelectual y una sordera insensata. En su afán de tener la razón —aunque no la tengan—concluyen que su punto de vista es el correcto. Son personas con las cuales no se puede entablar una conversación inteligente, ni se pueden orientar las discusiones hacia una concertación. 


También, existen personas que tienen el don de la palabra, pero desgraciadamente utilizan esa ventaja para destruir a los demás, utilizan a diario  palabras de energía muy baja, por lo que su nivel vibratorio está muy deteriorado. Guardemos silencio para que nuestra alma capte los mensajes que las personas que están a nuestro alrededor nos están emitiendo constantemente. 

Si de verdad llegásemos a  comprender el poder de la palabra, ya no podríamos juzgar, ni herir a nadie.  Permitamos purificar el aire no sólo de la contaminación ambiental sino de las palabras de frecuencia negativa.  Intentarlo nos puede beneficiar a todos.   masryram@msn.com 

Ego - Fárragos




“Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto”.
Antonio Porchia

Sumergidos en la rutina, nos da flojera pensar y más si se trata de pensar de manera diferente a la habitual. Tal vez el ego ni siquiera permitirá leer estas palabras. 

Es cierto, el cúmulo de acontecimientos, nos arrastra, golpea y a muchos nos destroza; la mayoría de las veces es culpa de la inercia. Cada uno de nosotros obtenemos día con día nuestra ración. Es un círculo vicioso, estancados no avanzamos, nuestro ego nos mantiene paralizados. 

Ni que decir de actuar, eso es para los “otros” los gobernantes, los burócratas, los maestros, los empleados, para el que nos sirve. Nada es nuestra responsabilidad. Cómodamente instalados en nuestras respectivas zonas de confort, observamos y juzgamos. 

Vemos como destruyen nuestro patrimonio natural, manglares, bosques, selvas y playas; y no hacemos nada. Los humanos destruimos todo al paso, nos volvimos inermes, tiramos basura, grafiteamos, desperdiciamos. De manera desenfrenada dañamos, producimos y consumimos sin control. Nos hemos vuelto adictos.

Observemos — sólo un poco— lo que estamos tirando a la basura, libros, enciclopedias, sillas, mesas, ropa, zapatos, artículos de bebé, juguetes, etc. Objetos que bien podría alguien estar necesitando, pero todo se va en el carretón de la basura. Al paso que vamos, en un futuro no muy lejano, encontraremos ahí mismo —en los montones de basura— a las madres, a los ancianos, a los que ya no sirven, a las esposas, porque ya han pasado sus mejores años.

Construimos casas y edificios que nadie habitará, porque el precio es demasiado alto; construimos centros comerciales donde nadie comprará, la mercancía no está al alcance de los bolsillos; nos endeudamos para satisfacer el ego.

Hartos, reflexionamos sobre el sistema de justicia en el mundo. Como eco, las palabras se pronuncian y se escriben infinidad de veces, pero seguimos sin respetar las leyes — de Dios, del hombre, naturales y universales—. De qué sirve que existan leyes contra los crímenes, si seguimos asesinando, robando, extorsionando, cometiendo ilícitos de toda índole, depredando la naturaleza, consumiendo bienes innecesarios y que sólo alimentan nuestro ego. 

Nuestro cerebro es altamente adictivo, si seguimos pensando, haciendo y consumiendo lo mismo, nuestra mente seguirá en la misma tónica. La conciencia utilizada por el ego se manifestará en pensamientos negativos. 

Vivimos con un verdugo en la cabeza que continuamente nos ataca, castiga y nos absorbe la energía vital, lo que causa sufrimiento, infelicidad y enfermedad. Este tipo de pensamiento compulsivo es en realidad una adicción. ¿Qué es lo que caracteriza a una adicción? ya no se siente que se puede elegir detenerse. 

No se requieren análisis profundos ni conclusiones inteligentes. Al servicio de la conciencia lograremos la inspiración, la intuición, la concentración y el respeto a nuestros semejantes. Wayne W. Dyer sostiene en su libro “El poder de la intención” que podemos dominar el ego en 7 pasos: 

No sentirse ofendido. Lo que ofende sólo contribuye a debilitar. Si buscamos ocasiones para sentirnos ofendidos, las encontraremos. Sentirse ofendido crea la misma energía destructiva que te ofendió y que lleva al ataque, al contraataque y a la guerra.

Liberarse de la necesidad de ganar. Al ego le encanta dividir entre ganadores y perdedores. Es imposible ganar todo el tiempo. Siempre habrá alguien más rápido, más joven, más fuerte, más listo y con más suerte. 

Liberarse de la necesidad de tener razón. Olvidarse de esto es como decirle al ego: “no soy tu esclavo”. Preguntarse ¿Quiero ser feliz o tener la razón?

Liberarse de la necesidad de ser superior. La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes. 

Liberarse de la necesidad de tener más. Por mucho que logremos y adquiramos, el ego insistirá en que no es suficiente. 

Liberarse de la necesidad de identificarnos con nuestros logros. Liberarse de la fama. La fama no se localiza en nosotros, sino en la mente de los demás, por consiguiente, no se ejerce ningún control sobre ella. Si se preocupa demasiado por cómo nos perciben las personas, se habrá desconectado de la verdadera intención. Así funciona el ego. masryram@msn.com 

lunes, 6 de marzo de 2017

Mujer Universal




Estamos a unos días de celebrar el “Día Internacional de la Mujer”, pero ¿qué celebramos? La ONU, menciona que la conmemoración se refiere a una tradición de no menos de noventa años de lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo, donde las mujeres como artífices de la historia hunden sus raíces en la lucha plurisecular por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre. 

Año con año, las mujeres celebramos nuestros triunfos, que en ocasiones quedan tallados sólo en nuestros recuerdos. Las penas y las alegrías se incrustan en el alma como los surcos que deja el tiempo en nuestra piel, para quedar a merced del viento. Virginia Woolf, hace una magnifica alusión al respecto en esta frase “Porque todas las comidas se han cocinado, los platos y las tazas lavado; los niños enviados a la escuela y arrojados al mundo. Nada queda de todo ello; todo desaparece. Ninguna biografía, ni historia, tiene una palabra que decir acerca de ello”. —Nada que celebrar, pero sí, mucho que recordar—. 

Hoy quiero aprovechar este espacio para verter el poema de Xah Olg “Vengo”. Que representa maravillosamente a la Mujer Universal de todos los tiempos:

“Vengo desde el ayer, desde el pasado oscuro y olvidado, con las manos atadas por el tiempo, con la boca sellada desde épocas remotas. Vengo cargada de dolores antiguos, recogidos por siglos, arrastrando cadenas largas e indestructibles. Vengo desde la oscuridad del pozo del olvido, con el silencio a cuestas, con el miedo ancestral que ha conocido mi alma desde el principio de los tiempos. Vengo de ser esclava por milenios, esclava de maneras diferentes: sometida al deseo de mi raptor en Persia, esclavizada en Grecia bajo el poder romano, convertida en vestal en las tierras de Egipto, ofrecida a los dioses en ritos milenarios, vendida en el desierto o canjeada como una mercancía. 

Vengo de ser apedreada por adúltera en las calles de Jerusalén por una turba de hipócritas, pecadores de todas las especies que clamaban al cielo mi castigo. He sido mutilada en muchos pueblos para privar mi cuerpo de placeres y convertida en animal de carga, trabajadora y paridora de la especie. Me han violado sin límite en todos los rincones del planeta sin que cuente mi edad madura o tierna, o importe mi dolor o mi estatura. Debí servir ayer a los señores, prestarme a sus deseos, entregarme, donarme, destruirme, olvidarme de ser una entre miles. He sido barragana de un señor en Castilla, esposa de un marqués y concubina de un comerciante griego, prostituta en Bombay y en Filipinas y siempre ha sido igual mi tratamiento. De unos y de otros siempre esclava, de unos y de otros dependiente. 

Menor de edad en todos los asuntos, invisible en la historia más lejana y olvidada en la historia más reciente. Yo no tuve la luz del alfabeto. Durante largos siglos aboné con mis lágrimas la tierra que debí cultivar desde mi infancia. He recorrido el mundo en millares de vidas que me han sido entregadas una a una. Y he conocido a todos los hombres del planeta. Los grandes y pequeños, los bravos y cobardes, los viles, los honestos, los buenos, los terribles. Más casi todos llevan la marca de los tiempos. Unos manejan vidas como amos y señores, asfixian, aprisionan y aniquilan. Otros dejan almas, comercian con ideas, asustan o seducen, manipulan y oprimen. Yo los conozco a todos, estuve cerca de unos y de otros, sirviendo cada día, recogiendo migajas, bajando la cerviz a cada paso, cumpliendo con mi karma. 

He recorrido todos los caminos he arañado paredes y ensayado silencios tratando de cumplir con el mandato de ser como ellos quieren, más no lo he conseguido. Jamás se permitió que yo escogiera el rumbo de mi vida. He caminado siempre en una disyuntiva, ser santa o prostituta. He conocido el odio de los inquisidores que a nombre de la santa madre iglesia condenan mi cuerpo a su servicio y a las infames llamas de la hoguera. Me han llamado de múltiples maneras: bruja, loca, adivina, pervertida, aliada de Satán, esclava de la carne, seductora, ninfómana, culpable de los males de la tierra. Pero seguí viviendo, arando, cosechando, cosiendo, construyendo, cocinando, tejiendo, curando, protegiendo, pariendo, criando, amamantando, cuidando y sobre todo amando.

He poblado la tierra de amos y esclavos, de ricos y mendigos, de genios y de idiotas, pero todos tuvieron el calor de mi vientre, mi sangre y su alimento y se llevaron un poco de mi vida. Logré sobrevivir a la conquista brutal y despiadada de Castilla en las tierras de América, pero perdí mis dioses y mi tierra y mi vientre parió gente mestiza después que el amo me tomó por la fuerza. Y en este continente mancillado proseguí mi existencia cargada de dolores cotidianos, negra y esclava en medio de la hacienda me vi obligada a recibir al amo cuantas veces quisiera, sin poder expresar ninguna queja. 

Después fui costurera, campesina, sirvienta, labradora, madre de muchos hijos miserables, vendedora ambulante, curandera, cuidadora de niños o de ancianos, artesana de manos prodigiosas, tejedora, bordadora, obrera, maestra, secretaria, enfermera. Siempre sirviendo a todos, convertida en abeja o sementera cumpliendo las tareas más ingratas, moldeada como cántaro por las manos ajenas. 

Y un día me dolí de mis angustias. Un día me cansé de mis trajines, abandoné el desierto y el océano, bajé de la montaña, atravesé las selvas y confines y convertí mi voz dulce y tranquila, en bocina del viento en grito universal y enloquecido. Y convoqué a la viuda, a la casada, a la mujer del pueblo, a la soltera, a la madre angustiada, a la fea, a la recién parida, a la violada, a la triste, a la callada, a la hermosa, a la pobre, a la afligida, a la ignorante, a la fiel, a la engañada, a la prostituida. 

Vinieron miles de mujeres juntas a escuchar mis arengas, se habló de los dolores milenarios, de las largas cadenas que los siglos nos cargaron a cuestas. Y formamos con todas nuestras quejas un caudaloso río que empezó a recorrer el universo ahogando la injusticia y el olvido. El mundo se quedó paralizado los hombres y mujeres no caminan, se pararon las máquinas, los tornos, los grandes edificios y las fábricas, ministerios y hoteles, talleres y oficinas, hospitales y tiendas, hogares y cocinas. Las mujeres, por fin, lo descubrimos. ¡Somos tan poderosas como ellos y somos muchas más sobre la tierra! ¡Más que el silencio y más que el sufrimiento! ¡Más que la infamia y más que la miseria! Que este canto resuene en las lejanas tierras de Indochina, en las arenas cálidas del África, en Alaska y América Latina, llamando a la igualdad entre los géneros a construir un mundo solidario – distinto, horizontal, sin poderíos – a conjugar ternura, paz y vida, a beber de la ciencia sin distingos. A derrotar el odio y los prejuicios, el poder de unos pocos, las mezquinas fronteras, a amasar con las manos de ambos sexos el pan de la existencia.” masryram@msn.com