lunes, 30 de enero de 2017

La vida en México




 Caminamos en la tempestad, pero más allá de ella está el sol, el sol de Dios, espléndido, eterno. Ellos podrán, durante algún tiempo, velarlo, encubrirlo a nuestras miradas, pero jamás borrarlo del cielo.
Giuseppe Mazzini

Son tantas las noticias y los cambios, que a veces resulta complicado dar crédito a todo y a todos. Pareciera que a los mexicanos nos han metido en un artefacto gigante que nos zangolotea las emociones en una vorágine interminable de sentimientos encontrados al observar lo que está ocurriendo en nuestro país.

Momentos de incertidumbre. Los cambios no pueden darse en medio de la calma, esta vendrá después de la tormenta. Es natural. Por definición el cambio es el concepto que denota la transición, lo que forzosamente implica una variación que genera el inicio de nuevas acciones. Tratamos de adelantarnos a los acontecimientos y reflexionamos sobre ¿Cómo será? ¿Cómo va a funcionar la economía y la política en México?

Cuestionamientos, son muchos; respuestas, muy pocas. Solamente en el libro del tiempo se escribirá el cómo el agua tomará su curso, todo volverá a la normalidad. Después de la tormenta nuevamente vendrá la calma.

En estos momentos, el mayor temor es la inseguridad que se genera. La gran incógnita ¿Cómo resultarán tantas medidas que se están adoptando por ambos países? Solamente el tiempo dará la razón a quien la tenga.

Es menester, cuestionar. Ante la posibilidad de que las medidas adoptadas por el vecino país del norte no resulten conforme a lo planeado. ¿Qué ocurrirá si no se logra lo que quieren? Cuando se juega de forma precipitada, la sombra del fracaso siempre estará latente, se decide correr el riesgo y apuestan a ganar, pero también se puede perder.

Solamente el señor del tiempo dará las respuestas. Esperar. Aunque se tengan las semillas del temor profundamente arraigadas, el caos no puede ser eterno. En algún momento, las soluciones llegarán, la confianza y la paz se restablecerán, también los lazos de amistad. Cuando las circunstancias cambien, también se cambiará de opinión.

De momento, no queda más que estar unidos, consumir lo que el país produce. Muchas naciones lo han logrado; nosotros también podemos. Los seres humanos sólo podemos avanzar con la rapidez de la persona más lenta. Ayudemos, al enfermo, al inválido, al que menos tiene; es el momento de trabajar en equipo y evitar en lo posible la ventaja sobre los demás, eso no ayudará a nadie.  La ola de retroceso será sólo para tomar impulso. 

Descubrirnos más cerca de nuestra propia historia, con la posibilidad de generar un cambio positivo y lograr que el retroceso termine, para que surja una nueva directriz que nos marque la senda por dónde continuar y disfrutar el viaje que nos llevará a la creación de un nuevo país, más fuerte y entusiasta.

Los nuevos tiempos llegarán cargados de nuestros anhelos y el caos quedará atrás solamente como un mal sueño, pero fortalecidos como nación y como individuos, dueños de nuestro auténtico y único poder ¡Solamente nos tenemos a nosotros mismos!

Sin sentir la necesidad de adaptarnos a cada cambio que se presenta, aferrarnos a aquello que nos resulta reconfortante. Mantener nuestra vida sencilla y cómoda, sin que se nos obligue a adherirnos a lo que se nos despliega por delante. Sin perder nuestro entusiasmo, que continúe el circo de la vida, siempre habrá un excéntrico que nos haga reír y olvidar las penas.

La vida en México no es lo que solía ser, ya lo dijo Carlos Monsivais “Sí nadie te garantiza el mañana, el hoy se vuelve inmenso” Por eso, que vuelva el olor a pan recién horneado, los exquisitos aromas de la cocina de nuestros ancestros, los colores de nuestros mercados, el sabor de nuestras frutas, de nuestras tradiciones muchas veces olvidadas a golpe y galope de la transculturalidad, que vuelva el México que solía ser. ¡Qué tiempos aquellos!  masryram@msn.com

lunes, 23 de enero de 2017

El arte de juzgar




“Quien dedica su tiempo para mejorarse a sí mismo, no tiene tiempo para criticar a los demás”
Madre Teresa de Calcuta

Una leve mirada a los diarios aconteceres, enchina la piel y comprime el alma. Dimes, diretes, ofensas, reproches, represalias, manifestaciones. Silencio de los que tienen que explicar, evasión de los que tienen que dar resultados. 

Nunca antes en la historia de la humanidad se habían tenido los medios para verter con tanta facilidad nuestra opinión. Se rompen las barreras sociales, es fácil llegar a los poderosos, lanzar diatribas y acusaciones. Además de tener la tecnología para grabar acontecimientos, tenemos voz para juzgar, en un segundo se traspasan los límites, se rompe la muralla de la libertad de expresión y trastabillamos directo al libertinaje juzgativo. 

Las razones de unos, los motivos de otros; el conflicto trasciende fronteras. Las soluciones se vislumbran imposibles, el daño es de pesada y añeja estructura, es culpa de los excesos y es complicado dar respuesta ágil a las necesidades y requerimientos sociales. 

También es cierto, el cinismo, incapacidad y falta de conciencia de algunos políticos; es exasperante. Romper la inercia, es complejo, estamos a un clic de distancia. Invadimos las esferas individuales y sociales, juzgamos sin medida, sin comprender en esencia los distintos escenarios globales.

Cuando se juzga, queda implícito que se puede hacer mejor, que se es un ser humano superior. Ante el hecho, sólo queda subirse a la palestra y demostrarlo. No sólo ver los toros desde la barrera, es momento de actuar, de demostrar con hechos que la cosa, situación o persona juzgada se puede perfeccionar o corregir. 

El doctor Alberto Villoldo menciona en su libro Las Cuatro Revelaciones que “Cuando practicas el no juzgar, te niegas a seguir automáticamente la opinión de los demás en cualquier situación. Al hacer esto, comienzas a tener un sentido de la ética que trasciende las tradiciones de nuestro tiempo. Esto es importante hoy en día, cuando las imágenes de los medios de comunicación se han convertido en algo más convincente que la realidad, y nuestros valores –libertad, amor, etcétera- son reducidos a eslóganes y palabras vacías”.

Como complemento a lo anterior, podremos mencionar también lo estipulado en Los Cuatro Acuerdos de la Sabiduría Tolteca, donde se recomienda en primer lugar, no suponer, no dar nada por supuesto;  honrar las palabras, ser coherente con lo que se hace y con lo que se piensa; hacer siempre lo mejor, si siempre se hace lo mejor, nunca te recriminaras y no te arrepentirás de nada y por último no tomar nada personal, en la medida que alguien te quiere lastimar, se lastima a sí mismo y el problema es de él, no tuyo. 

El momento de romper las viejas estructuras ha llegado. El tiempo de romper paradigmas es ahora, no mañana; los jóvenes empujan y lo hacen fuerte, están mejor preparados y tienen su conciencia limpia. Se requiere sangre nueva que oxigene a nuestro país, gente que haga y dé el máximo, no a cortapisas, ni con mediocridad, ni tampoco con intereses mezquinos.

Contrariamente a lo que se espera, la solución no se dará en masa, sino desde el individuo. Millones de gotas de agua pueden formar un océano, pero sin perder de vista la individualidad de cada ser humano. El cambio es la única constante en la vida. Si no cambiamos, la vida es dura. Se siente como un castigo. Solamente así  se trascenderán fronteras.

Aprendamos de nuestros errores, estudiemos nuestra historia, tenemos ejemplo de gente grandiosa en nuestro país. No necesitamos importar de otras partes del mundo. En México hay talento y recursos ¡Y muchos! masryram@msn.com

lunes, 2 de enero de 2017

Súper Raza




Vivir en México significa sobre existir en un país de traiciones. Su historia política así lo ha demostrado.

Han opinado  personas de otras naciones, que estar ahí es un lujo, con todo y sus servicios pésimos y caros, impuestos estratosféricos, alimentos nutritivos, ni soñarlo; seguridad, inexistente; educación ¿hay acaso cuando se mantiene el último lugar en la prueba internacional desde hace 10 años? viajes ¡solamente en el cine!; oportunidades laborales, ¡ya no puedo más, me da risa! 

Solamente los mexicanos, sabemos lo que significa vivir en cualquier parte de este país.  Nadie sabrá nunca las veces que hemos logrado sostenernos en pie, realmente ahogados y en pedazos. Sólo los que sobrevivimos aquí sabemos dónde hacen costra las heridas, laceraciones propinadas por filosas decisiones tejidas con un delgado hilo y aguja la cual descubre tarde las pillerías decepcionantes de los gobiernos en turno.

Nuestra valentía, jamás estará ausente de sufrimiento y dolor, la fortaleza de seguir adelante a pesar del panorama económico del nuevo año mantendrá firme la mejor actitud ante adversidades, aunque el 2017 pinta ensombrecedor.

Los mexicanos, pareciera que genéticamente somos aptos para sobrevivir a todo lo adverso que llegue, cada vez que llama a nuestra puerta la amargura y el sufrimiento la pregunta obligada es: “Por qué en México”. 

Tal vez porque somos una raza de valientes, los mismos que sonreímos mientras estamos tristes –hasta de la muerte nos reímos–. Valientes por la capacidad de recoger cada pedazo de esos sueños rotos y reconstruirlos de nuevo, para ser más fuertes y más dignos.

Cada día se requerirán muchos recursos internos para enfrentar las decepciones y las pérdidas. Momentos de gran dificultad que ponen a prueba nuestra valía como nación. La valentía de renacer en fortalezas a partir de las debilidades en cada uno de los renglones que aún están por escribirse en nuestra historia. Aún falta mucho por hacer. 

Con responsabilidad individual y colectiva; unidos como sólo los mexicanos sabemos hacerlo ante la adversidad. Nuestra historia está tejida de ese material que no se ve, pero se siente: Integridad social. Nuestra historia es única e irrepetible y de eso si somos responsables. Aprendamos de nuestros verdaderos héroes. No los de pacotilla que están en el poder. Recordémosle son nuestros empleados, los elegimos para servir a los mexicanos no pare servirse de ellos para enriquecerse a ultranza. 

Unamos los pedazos de nuestra patria y recordemos que no es por nosotros, es por nuestros pequeños, para que ellos con la dignidad que les confiere una vitalidad y una historia única, acorde al futuro y a la igualdad de oportunidades que se garantizan en otras partes del planeta. 

Demostremos cada vez que en campaña ofrezcan alguna dádiva a cambio del sufragio,  tener en cuenta que el precio al aceptarlo lo pagaremos todos. Tal vez te llenes la panza un día, pero el futuro de tus hijos no depende de que comas gratis ese día, sino del valor que tuviste para no ser cómplice de tan malsana corrupción.

Cuando algo valioso se quiebra, se rompe o se pierde, una forma de superarlo es no esconder nunca nuestra fragilidad, nuestra debilidad. Porque esos vínculos lastimados pueden repararse gracias a la resiliencia de los mexicanos, a esa aptitud para sobreponerse de toda dificultad para sellar cada herida, cada hueco, cada sueño deshecho y alzarse así como una raza valiente.

Recoger nuestros “pedazos rotos” no es fácil, pero no por ello imposible. Si aceptamos que todos, de algún modo, somos arquitectos de nuestra nación, también aceptaremos la capacidad de encender nuestra valentía personal, nuestra fuerza y optimismo para favorecer el cambio.  Conectando con nosotros la realidad lacerante, la cual tiene que sucumbir. Este es el momento más duro porque va a aflorar todo el sentimiento de golpe, pero sólo así lograremos tener el México que tanto anhelamos, siendo capaces de escribir nuestro futuro, reintegrando y exigiendo nuestros valores humanos y patrios. No existe otro camino. Venga el nuevo año, deseo que realmente sea prolífico para todos los que habitamos este inigualable país ¡Felicidades y adelante! masryram@msn.com