Foto: Marisú Ramírez |
Opinión No. 99
viernes 23 de marzo de 2018
Por Marisú Ramírez
Amor,
se ha convertido en la palabra favorita de la humanidad, la cual define nuestra
necesidad de afecto. Una falsa teoría de la
etimología de la palabra amor manifiesta que es una palabra compuesta del
latín, donde "a" significa "sin" y "mor" es una
contracción de la palabra "mortem" que significa "muerte",
entonces, amor quiere decir "sin muerte", por lo tanto, el amor es eternidad.
¿Será?
Por ello,
los antiguos griegos utilizaban distintas palabras para referirse a esta forma
de afecto, eros, que era el amor erótico o pasional; el ágape, que era el amor
puro e incondicional, y la filia, que hacía referencia al amor hacia las cosas.
Por
otro lado, conviene acotar que en la actualidad ese sentimiento llamado “amor”
está sumamente condicionado y lejos de ser eterno. Creemos que amamos o al
menos lo intentamos, pero la realidad exacerba la individualidad lo que nos
lleva hasta un profundo sentimiento de desamor.
Al
nacer, descubrimos de golpe la realidad y comenzamos a formar nuestra
percepción, la cual almacena sonidos, formas, colores, símbolos, palabras,
sentimientos, personas, animales; en general todo lo que el mundo tiene para
ofrecernos a través del medio donde nos desarrollamos.
Por
lo tanto, la realidad nos otorga nuestra percepción y nuestra “percepción”
define nuestra "realidad". Nuestra mente y nuestros sistemas de
creencias interactúan como receptores y decodificadores de imágenes, símbolos y
recuerdos de nuestro pasado; creando así mecanismos tanto de defensa como de
supervivencia.
Las
etiquetas al igual que los símbolos forman parte del apoyo pedagógico por el
cual se nos somete como individuos y como ciudadanos. Como individuos nacemos
asociados y disociados a distintos elementos que son integrados a través de la
familia, la cultura y la tradición; para llegar a formar parte del colectivo y
diferenciarnos con respecto a otros, en una forma dual de pensamiento.
Por
lo tanto, nuestras creencias más limitantes están asociadas a los valores,
existencia, sobrevivencia, seguridad, aceptación de la vida y la muerte, al
amor y el darle sentido a nuestra vida, porque se instalan de manera
inconsciente y se nos imponen como evidencias y no entendemos porque los demás
no las comparten.
Primero
porque forman una pantalla entre nosotros y la realidad. Segundo porque
perpetúan el sufrimiento del pasado, individual, familiar, colectivo y
generacional. Lo grave surge cuando nos tornamos defensivos ante la realidad,
ya que nuestra mente ha sido secuestrada y sistematizada en el dominio del
sistema de creencias limitantes.
Es a
través de este dominio donde se fragmenta, subyuga y esclaviza la realidad;
jerarquizando y creando así la ilusión de separación, la cual encaja en los
conceptos duales de la realidad.
Por
ello, los especialistas mencionan que los primeros diez años de vida de un ser
humano son elementales ya que una vez introyectada la información en nuestra
mente será casi inamovible el programa insertado por las creencias familiares,
culturales, políticas, educativas, religiosas, económicas y sociales. Lo que
nos lleva a decodificar el famoso “amor condicional” y desentrañar por qué
condicionamos a la hora de amar.
Primero,
para que exista amor, debe coexistir una unión de voluntades, unión que se da a
través de la fe espiritual, lo que nos lleva al coraje (valor), que a su vez
nos brinda libertad; la libertad por añadidura nos da abundancia; cuando existe
abundancia automáticamente pasamos al egoísmo; el egoísmo nos lleva
directamente a la complacencia, la complacencia nos lleva a la apatía, la
apatía nos genera miedo y a su vez el miedo nos genera dependencia y finalmente
la dependencia cierra el círculo vicioso nuevamente con la unión. ¡Vaya
paradoja!
Cuán difícil es encontrar una definición que exprese la esencia del amor
incondicional y nos permita de alguna manera trascender el exceso de
conceptualización y de intangibilidad que rodea al amor en nuestra visión del
mundo. El amor incondicional bien podría ser la decisión de amar sin importar consecuencias, errores, ni decepciones; amar
verdaderamente con el alma y no con el cuerpo, deseos, motivos ulteriores y
egoístas para el “desarrollo evolutivo” como un sinónimo de “te uso y te
deshecho” como si fuésemos simples cosas, eso sí es “Amor Condicional” masryram@msn.com
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