“Ya
no hay oro, incienso y mirra
ni
rey mago que resista...
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Opinión
137 viernes 21 de diciembre 2018
Por
Marisú Ramírez
(Texto y foto)
La
fiesta de Jesús es una necesidad del mundo cristiano. Rezos, confesión de
pecados, sufrimiento por los seres amados ausentes físicamente y los alejados
del hogar.
Me parece
una etapa de alimento espiritual sumamente necesario en estos momentos de
insensibilización mundial, la reflexión positiva necesaria estará al desear el
bien a los demás, lo cual no basta, es necesario comprometerse con ese noble
fin, acercarles las mejores alternativas para lograrlo debería ser la tarea
permanente.
El
nacimiento de Jesús cifra la costumbre de millones de cristianos alrededor del
mundo, a demasiados les es negada esta alegría por diversas causas. Otros se
sienten plenos al recibir regalos con sus respectivos buenos deseos en las tarjetas
navideñas. La cena de nochebuena, el árbol con adornos pletóricos de colorido;
cena abundante con platillos diversos, postres, bebidas para todos los gustos,
preparativos y decoración por doquier de los hogares donde se celebra el 25 de
diciembre.
Alrededor
del mundo hay seres humanos negados a celebrar con intensidad la Fiesta de
Jesús. Desafortunadamente se debaten en hospitales, recluidos en cárceles, en
hogares desprovistos de lo necesario para preparar alimentos básicos; algunos
otros en sus labores cotidianas, olvidados o ignorados por los ciudadanos
sumidos en el ritual navideño; todo parece repetirse en las ciudades y en las
zonas rurales de México, las carencias y ausencias de apegos no respetan
tradiciones, para ellos no hay calor de hogar ni buenos deseos.
Una
reflexión clave fue la del pensador italiano Franco Avicolli: “Los débiles se
unen en las Navidades para protegerse del lobo, los que son poderosos no
requieren de esta unidad, utilizan sus propios medios”. Es verdad; los
desencuentros, confusiones y temores diversos, fuera de los valores éticos y
solidarios; al parecer conceptos ingenuos, cuando se ve al cristianismo más
como adoración cultural o interiorización mística y no como una vinculación
auténtica con el pensamiento de Jesús.
Los
momentos vendimia en los supermercados de Puerto Vallarta y en general de
México y el mundo; están por encima de los buenos deseos, la celebración
navideña con esto queda pulverizada. Las familias que se cuentan por millones,
con recursos económicos limitados y necesidades básicas quedan fuera de la
Fiesta de Jesús. No obstante se haga creer lo contrario, en este sentido el
teólogo de origen suizo Hans Kung retrata este acontecimiento con demasiada
precisión: “Se es cristiano cuando se apunta el compromiso humilde en favor del
prójimo, a la solidaridad con los desheredados, a la lucha contra las
estructuras injustas; disposiciones de gratitud, de libertad, de generosidad,
de abnegación, de alegría, como también de indulgencia perdón y servicio...”
Sin
evadir los mejores deseos me parece sano manifestarlos a los que realmente lo
requieren para obtener un poco de felicidad. El origen religioso-histórico de
esta fiesta por el nacimiento de Jesucristo se ha malinterpretado cuando se
observa el dispendio económico por encima de las futuras angustias de la
llamada “Cuesta de Enero”. El 2019 traerá demasiada carga inflacionaria, no son
buenos augurios, habrá más que una escarpada económica, momentos difíciles en
medio de una herencia de inseguridad y miles de desapariciones forzadas.
Me
parece una de las mejores celebraciones, con todo y el asueto pronunciado para
los no merecedores de éste. La Natividad celebración de la llegada de Jesús,
ahora tiene diferentes interpretaciones mismas que deberán conjuntar el amor al
prójimo, a la esencia de fiesta religiosa por encima de supuestos; tiempo de
reposo y reconstrucción de lo que, en algún momento, se desechó por indeseable,
cena merecida siempre y cuando no se olvide a los que sufren, a los que ya no
están y los lejanos, en medio de una oración por aquellos sin esa posibilidad.
“Ya
no hay oro, incienso y mirra
ni
rey mago que resista
esta
invasión de navidades-de-envoltorio
donde
la solidaridad
no
es más que un rito comercial
que
cada año consumimos por los pobres...”
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