Foto: Marisú Ramírez |
Opinión No. 85 viernes 01 de diciembre
de 2017
Por
Marisú Ramírez
Desde la energía de la música, motivo cultural de América Latina se
dejó sentir la película Coco. En lo personal me gustó esa muestra de emociones
en la producción de Disney-Pixar.
He tenido oportunidad de escuchar comentarios a favor y en contra de
esta cinta, me quedo con los elementos positivos, dejo fuera las criticas
adversas y ─hasta cierto punto─ simplistas de personas que no vibraron con
el mensaje.
Desde
mi origen de mexicana nacida en Jalisco reconozco e idolatro mis tradiciones
como todos los mexicanos, fuera de incredulidades y complejos o enfados mal
expresados y sin respaldo alguno, como son los mensajes en redes sociales. Vi
con detenimiento la película en cuestión y al igual la reacción de los
espectadores que conmigo siguieron esta puesta en escena. La energía colectiva
invadió la sala cinematográfica, se podía sentir en el ambiente las finas
hebras de la conexión emocional.
Pasarela
de difuntos; mensaje directo del significado de la familia y, sobre todo, una
visión alegre de la tradición la cual no nació en México. Ver las imágenes no
basta sin reparar en la importancia del mensaje emanado de estudios profundos
de las tradiciones y cultura de los pueblos; aquí me parece que las redes
sociales distorsionaron el mensaje al carecer de respaldos históricos firmes.
Las emociones de los espectadores se desbordaron de la mano con los
comentarios, la mayoría alentadores.
Si
bien es cierto, la película Coco no pasa de un señalamiento en sus escenas de los
conflictos sociales conocidos y repetidos los cuales arrastra la historia
mexicana, ampliamente explotados por las televisoras comerciales mexicanas,
habrá que reconocer el mensaje de abandono, la violencia en la familia, el frenar creatividad de los jóvenes, la
responsabilidad de un mentor de la familia cuando es cortado de tajo por los
rumores (chismes) o supuestos que jamás salieron de la subjetividad y tantos
otros momentos desestabilizadores.
Las
miradas de los espectadores, que junto a mi contuvieron lágrimas se explica con
facilidad; es una historia cotidiana en México, ese abandono de los valores y
la búsqueda de la sonrisa del triunfo sin importar el daño a la familia, amigos
o al protagonista de esas historias sin fin, la propuesta original para
recordar a los que se fueron o adelantaron en el camino de la vida es de
admirarse y compartir lo mejor de ella.
El
miedo a la realidad es el mismo que se traduce en la chancla de la mamá o de la
abuela, es el poder al interior de las familias, diría el instrumento para
hacerlo sentir, es la energía puesta en marcha, aunque no aceptada en la
realidad, la obediencia ha quedado olvidada ante el embate de otras figuras nada
recomendables como son las sustancias prohibidas y autorizadas, que envilecen y
aniquilan la razón.
En los diferentes medios masivos se ha destacado el éxito total de esta
cinta catalogándola como la más taquillera con la venta de más de 5.78 millones
de boletos al recaudar cifra superior a los 250 millones de pesos. Lo
rescatable es el adorar a los difuntos, otorgarles el respeto merecido. Los que
se adelantaron dejaron experiencias, su energía de vida quedó entre nosotros,
es su legado y en ocasiones se olvida y hasta se ofende con acciones contrarias
a los valores tradicionales que en Coco se refuerzan y dejan una visión de
reflexión.
Finalmente quiero comprender la causa para rendirse ante la creatividad
externa, no es raro, históricamente los extranjeros conocen mejor nuestra
cultura que nosotros los mexicanos. No es válido victimarse ante los resultados
artísticos como lo es Coco, por el contrario debe conducir a la reflexión más
que arremeter con prejuicios. masryram@msn.com
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