Muchos de
nosotros concluimos procesos de viejos paradigmas. Atravesamos tiempos de mucha desorientación y
de pocas concreciones. Existe tanta información en el ambiente, que no sabemos cuándo
dejamos una materia y entramos en otra. Las barreras son tan sutiles que algunas
veces no nos damos cuenta.
Immanuel Kant
argumentaba que la experiencia, los valores y el significado mismo de la vida
serían completamente subjetivos si no hubiesen sido subsumidos por la razón
pura, y que usar la razón sin aplicarla a la experiencia, nos llevaría
inevitablemente a ilusiones teóricas.
Partiendo de los
postulados Kantianos, al aceptar que si bien todo nuestro conocimiento empieza
con la experiencia, no todo procede de ella, dando a entender que la razón
juega un papel importante.
Podríamos
definir que saber discernir puede traducirse en distinguir un dato de otro por
un acto especial de los sentidos o de la inteligencia. La idea de comprender
entre una cosa y otra y determinar la composición verdadera de algo.
Por lo tanto, determinar
si existe una manera correcta de ver el mundo, para compensar la inconsistencia
de la que somos testigos constantemente, donde podemos defendernos viendo el
mundo dividido en bueno y malo, correcto e incorrecto, blanco y negro.
El reconocer que
este punto de vista rígido sobre el mundo carece de exactitud, podría generar
grandes dosis de ansiedad y que salga a la superficie en formas no muy
correctas o apropiadas. Abandonar la rigidez nos podría llevar a enfrentar
ambigüedades y enigmas de la vida con
mayor conciencia y conocimiento de causa.
Podríamos volvernos
adictos a la forma en que nos vernos a nosotros mismos y al mundo. Para sentirnos bien, necesitamos ser siempre
perfectos y un gran deseo de que nuestras percepciones sean siempre correctas,
o como diría Deepak Chopra, la insufrible necesidad de tener siempre la razón.
Es por ello, que
existen algunos factores que nos impiden observar al mundo como verdaderamente
es, donde el principal protagonista es la simple negación.
Negar y minimizar
todo y a todos, restarle importancia o significado al trabajo y logro de los
demás, se vuelve un verdadero problema, lo que deriva irremediablemente en la insensibilidad
y miopía intelectual.
Racionalizar la
información, asignar una razón lógica a algo que no la tiene o que es por
naturaleza irrazonable. Justificar a conveniencia por pertenencia a los
diferentes grupos de poder.
Proyectar en los
demás los problemas que estamos generando nosotros mismos. Culpando a todos sin
asumir la responsabilidad individual que corresponde por actos y problemas
personales.
Futurización,
con la tendencia a evadir la realidad presente y vivir en el futuro. Distorsiones
del pensamiento, generadas por las creencias limitantes, sumadas a la negación
y al autoengaño.
Catastrofización,
asignar una categoría de desastre aún al más leve inconveniente de la vida
personal, lo que desarrolla una visión trágica que nos coloca en una actitud de
víctima frente al mundo.
Mortificación, preocupación
constante ante cualquier problema cotidiano, constante ansiedad y sufrimiento
que se usan como justificantes para continuar con las conductas negativas.
Rigidez, dificultad
para abrir la mente y considerar otros puntos de vista. Control y lucha de
poder, donde el miedo es la emoción fundamental, lo que causa dolor en las personas
y termina generando violencia.
Pensamiento
blanco y negro, incapacidad para ver el mundo de color, considerado un fuerte
componente de la mentalidad moderna, lo que obstaculiza la comprensión mutua y promueve
los juicios severos.
Impaciencia e
intolerancia, donde se desarrolla una marcada exacerbación por situaciones que
involucran incomodidad y se actúa por impulsividad y egoísmo.
Concluyendo con
la conspiranoia, donde se crean y
desarrollan teorías y posturas que intentan explicar un caso o asunto en
disputa como un complot de un grupo o alianza secreta en lugar de un acto
individual o aislado.
Según Kant, nuestra
moral viene determinada por leyes a priori es decir, por leyes que existen
desde siempre en la estructura del universo. Al igual que Kant, discierno del
mundo y digo: Mi moral no enseña a conseguir la felicidad, sino a que pueda ser
digno de ella. masryram@msn.com