viernes, 7 de febrero de 2020

Destino


Foto: Marisú Ramírez


Opinión No. 90 viernes 19 de enero de 2018

Por Marisú Ramírez

La vida es lo más preciado del ser humano y de todos los seres vivos con sus emociones y pasiones, el alma tiembla cuando se atenta contra ella. 

El tiempo es el cómplice de la vida, enorme y colosal se levanta para tratar de descubrir las contradicciones que llevan a la muerte; salud precaria, alevosías, violencia o miedo de existir. No existe lógica para ninguna, el destino son nuestros pensamientos y estos son determinados por nuestras acciones, lo cual tiene su valor y recompensa. 

Al destino se le rinde culto permanente mientras negamos la posibilidad de dirigir nuestros pasos a otros caminos, por miedo a lo desconocido. La humanidad se define a cada momento, sin embargo, poco se entiende de ese raro ritual levantado en favor de quien traiciona y acaricia con la misma intensidad con la que se manipulan los valores religiosos, sin entender por qué se hace de tal o cual forma; va en todas las direcciones sin definir ninguna, la incapacidad detiene y frustra los caminos de entendimiento. Nadie puede añorar la muerte si desconoce el significado que tuvo la vida, es una regla natural.
También resulta natural el extrañarse de las limitaciones adquiridas a lo largo de la existencia. Se podría negar prácticamente lo indeseable, como si realmente no hubiera existido. Gracias eternas a la madre por otorgar la posibilidad de existir y vivir, ese nacimiento físico nada tiene que ver con las visiones negativas con las que llenamos el espíritu; al salir de la madre para ser autosuficientes olvidamos con el paso del tiempo al ser original, lo recluimos en un hospital, asilo o lo más lejos posible para negarle el existir, es la muerte en vida para ellos.
Jaime Sabines lo define en su poema Algo Sobre La Muerte Del Mayor Sabines
“Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
Convalecemos de la angustia apenas
y estamos débiles, asustadizos,
despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño
para verte en la noche y saber que respiras.
Necesitamos despertar para estar más despiertos
en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.
Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
por eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la muerte,
ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la
alegría.
No lo sabemos bien, pero de pronto llega
un incesante aviso,
una escapada espada de la boca de Dios
que cae y cae y cae lentamente.
Y he aquí que temblamos de miedo,
que nos ahoga el llanto contenido,
que nos aprieta la garganta el miedo.
Nos echamos a andar y no paramos
de andar jamás, después de medianoche,
en ese pasillo del sanatorio silencioso
donde hay una enfermera despierta de ángel.
Esperar que murieras era morir despacio,
estar goteando del tubo de la muerte,
morir poco, a pedazos.
No ha habido hora más larga que cuando no dormías,
ni túnel más espeso de horror y de miseria
que el que llenaban tus lamentos,
tu pobre cuerpo herido
El comprender la definición de la vida en la muerte es sentirla, es condición para comprender la identidad humana, entre lo que es la cultura y el desarrollo de la sociedad, vivir es aclarar lo que realmente significa, hablamos de ella sin estar conscientes de su esencia, por sus múltiples definiciones e interpretaciones, queda en el camino el interés de comprenderla; para despedirnos de ella con los honores que merece. “¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en paz!” (Amado Nervo). masryram@msn.com

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