miércoles, 12 de abril de 2017

Conciencia Ecológica




¿Ves todo limpio? ¡Así debe estar cuando te marches!
Anónimo

No sólo en época de vacaciones, día, tras día, nos esmeramos por mantener nuestro Puerto Vallarta limpio. Ser los mejores anfitriones para los miles de turistas que nos congratulan con  su preferencia, es una indescriptible distinción, además de  una gran responsabilidad.

En realidad, es muy lindo vacacionar, sí; pero ─siempre existe un ¡pero!─ En este caso el inconveniente, es la exorbitante cantidad de basura y deshechos humanos que se generan por la gran movilidad de personas de las principales ciudades del país. 

Ríos, playas, montañas, bosques, y en general destinos turísticos y arqueológicos de toda índole, se ven completamente saturados de visitantes. Después del éxodo, miles de toneladas de basura serán arrojadas en carreteras, ríos y playas; un verdadero desastre natural, sin razón de ser y totalmente innecesario, ya que es por todos conocido el impacto ambiental y las consecuencias negativas para la flora y fauna; tanto terrestre como marina.

Amiel Henri Frédéric, sostiene que si existe algún conflicto entre el mundo natural y el moral, entre la realidad y la conciencia, la conciencia es la que debe llevar la razón. En el interior del país, es cuestionado en demasía que cuando los mexicanos viajamos al extranjero cumplimos con las normas ecológicas de los diferentes países que visitamos, pero en nuestro propio país el acatamiento es nulo. La pregunta obligaba es ¿Cuál es la razón de tan nefasto comportamiento hacia nuestro propio país? Excusas, son muchas; y son sólo eso, excusas. No existe ningún argumento válido que justifique semejante comportamiento. 

Investigando un poco al respecto de la cultura ecológica en otros países, encontré que en Japón ─considerado uno de los países más limpios del mundo─ son casi inexistentes los botes para la basura. La razón es porque entre los japoneses existe la conciencia de que la basura que se genera es propia. Tú la generas por lo tanto, la basura es tuya. 

¿Cómo es esto posible? Es muy sencillo, si compras un café en un vaso desechable, el japonés no depositará el envase en un contenedor inexistente en las calles, el nipón guardará y llevará consigo el vaso desechable hasta su hogar, donde estará obligado a darle el tratamiento que corresponde a las normas establecidas en la ciudad para la recolección y posterior tratamiento de residuos. 

Por lo tanto, es una cuestión de conciencia ecológica. Michel de Montaigne menciona que  la conciencia hace que nos descubramos, que nos denunciemos o nos acusemos a nosotros mismos, y a falta de testigos declara contra nosotros. Lo cual puede traducirse, en que al crear conciencia ecológica, jamás volveremos a arrojar basura en algún sitio público, sin importar si alguien nos está observando o  no. Lo importante es que nos observemos nosotros mismos. ¡Una gran paradoja!

En la redes sociales, han surgido campañas de concientización, donde ponen fotografías del antes y después de la visita de los turistas, tanto nacionales como extranjeros. Con frases como #InformarParaEducar y #PorElPuertoQueQueremos, “Cuida las playas de Puerto Vallarta”, entre otras. 

El problema con los turistas extranjeros es que si ven que los nacionales no respetan sus entornos, ellos tampoco se sienten obligados a hacerlo. Por lo tanto, demostremos que amamos nuestra tierra, demostremos que somos ciudadanos conscientes que infunden y respetan el medio ambiente, como una obligación moral de generar conciencia ecológica que vaya más allá de campañas puntuales, que aunque todo ayuda, en realidad sólo una educación y determinación firme logrará que amemos la naturaleza y contribuyamos a su preservación. 

Nuevamente es cuestión de valores, de actitudes que inculquen el respeto por la naturaleza. Exijamos respeto, protección y conservación de nuestros entornos naturales. ¡No hay excusa!  masryram@msn.com

lunes, 10 de abril de 2017

Discernir el Mundo




 Muchos de nosotros concluimos procesos de viejos paradigmas.  Atravesamos tiempos de mucha desorientación y de pocas concreciones. Existe tanta información en el ambiente, que no sabemos cuándo dejamos una materia y entramos en otra. Las barreras son tan sutiles que algunas veces no nos damos cuenta.

Immanuel Kant argumentaba que la experiencia, los valores y el significado mismo de la vida serían completamente subjetivos si no hubiesen sido subsumidos por la razón pura, y que usar la razón sin aplicarla a la experiencia, nos llevaría inevitablemente a ilusiones teóricas. 

Partiendo de los postulados Kantianos, al aceptar que si bien todo nuestro conocimiento empieza con la experiencia, no todo procede de ella, dando a entender que la razón juega un papel importante. 

Podríamos definir que saber discernir puede traducirse en distinguir un dato de otro por un acto especial de los sentidos o de la inteligencia. La idea de comprender entre una cosa y otra y determinar la composición verdadera de algo.

Por lo tanto, determinar si existe una manera correcta de ver el mundo, para compensar la inconsistencia de la que somos testigos constantemente, donde podemos defendernos viendo el mundo dividido en bueno y malo, correcto e incorrecto, blanco y negro.

El reconocer que este punto de vista rígido sobre el mundo carece de exactitud, podría generar grandes dosis de ansiedad y que salga a la superficie en formas no muy correctas o apropiadas. Abandonar la rigidez nos podría llevar a enfrentar ambigüedades y  enigmas de la vida con mayor conciencia y conocimiento de causa. 

Podríamos volvernos adictos a la forma en que nos vernos a nosotros mismos y al mundo.  Para sentirnos bien, necesitamos ser siempre perfectos y un gran deseo de que nuestras percepciones sean siempre correctas, o como diría Deepak Chopra, la insufrible necesidad de tener siempre la razón. 

Es por ello, que existen algunos factores que nos impiden observar al mundo como verdaderamente es, donde el principal protagonista es la simple negación. 

Negar y minimizar todo y a todos, restarle importancia o significado al trabajo y logro de los demás, se vuelve un verdadero problema, lo que deriva irremediablemente en la insensibilidad y miopía intelectual.

Racionalizar la información, asignar una razón lógica a algo que no la tiene o que es por naturaleza irrazonable. Justificar a conveniencia por pertenencia a los diferentes grupos de poder. 

Proyectar en los demás los problemas que estamos generando nosotros mismos. Culpando a todos sin asumir la responsabilidad individual que corresponde por actos y problemas personales.  

Futurización, con la tendencia a evadir la realidad presente y vivir en el futuro. Distorsiones del pensamiento, generadas por las creencias limitantes, sumadas a la negación y al autoengaño.  

Catastrofización, asignar una categoría de desastre aún al más leve inconveniente de la vida personal, lo que desarrolla una visión trágica que nos coloca en una actitud de víctima frente al mundo. 

Mortificación, preocupación constante ante cualquier problema cotidiano, constante ansiedad y sufrimiento que se usan como justificantes para continuar con las conductas negativas. 

Rigidez, dificultad para abrir la mente y considerar otros puntos de vista. Control y lucha de poder, donde el miedo es la emoción fundamental, lo que causa dolor en las personas y  termina generando violencia.

Pensamiento blanco y negro, incapacidad para ver el mundo de color, considerado un fuerte componente de la mentalidad moderna, lo que obstaculiza la comprensión mutua y promueve los juicios severos. 

Impaciencia e intolerancia, donde se desarrolla una marcada exacerbación por situaciones que involucran incomodidad y se actúa por impulsividad y egoísmo.

Concluyendo con la conspiranoia,  donde se crean y desarrollan teorías y posturas que intentan explicar un caso o asunto en disputa como un complot de un grupo o alianza secreta en lugar de un acto individual o aislado. 

Según Kant, nuestra moral viene determinada por leyes a priori es decir, por leyes que existen desde siempre en la estructura del universo. Al igual que Kant, discierno del mundo y digo: Mi moral no enseña a conseguir la felicidad, sino a que pueda ser digno de ella. masryram@msn.com