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Opinión
No. 80 viernes 28 de octubre de 2017
Por
Marisú Ramírez
Pareciera de poca importancia,
desafortunadamente no lo es; me refiero al mal del siglo: La depresión
maniaco-depresiva o también llamado desorden del humor.
El comportamiento al que me
refiero se confunde, en primer momento como un periodo de felicidad, los
escenarios son con amigos al momento de beber algunas copas de vino; dan la
impresión de estar conformes con lo que viven y desarrollan, realmente su
contacto con la realidad es efímero, se disipa rápidamente.
Cuando se platica con este tipo
de personas de inmediato se detecta el desorden mental, sus comentarios están
fuera de lugar con relación a los temas que se tratan; sus contactos con amigos
o colaboradores es superficial y sin reflexión alguna, exponen su pensamiento
en medio de fantasías y luego caen en conflicto. No se puede olvidar que esta manía
es sumamente regresiva.
Consecuencia de una época
complicada, ellos son producto de contextos desintegrados, tanto en lo interno
como en lo externo, en este sentido se afirma por los especialistas que llegan
a limites esquizofrénicos, de esto hay evidencia científica. Las reacciones maniacas-depresivas son
excitaciones psicóticas, caracterizadas por una sobreactividad y en busca de
una autoafirmación delirante, es un comportamiento simulado de gozo, no
escapa de esquemas de infantilismo, jamás olvida en sus acciones el poder que
cree tener para dominar a los cercanos.
Este padecimiento es generado por
presiones laborales, amorosas, sociales; y no respeta cultura, educación, ni economía.
Antaño cuando una persona depresiva se suicidaba se daba una explicación
comprensible, más si ésta estaba atravesando por escenarios de enfermedad o
tristeza comprobable; hoy este comportamiento de arrancarse del mundo de los
vivos se detecta en adolescentes y jóvenes que no rebasan los 24 años; existen
evidencias de esto que expongo (se considera la tercera causa de muerte).
Este padecimiento se detecta cuando
el que lo enfrenta va de la sonrisa a la ira sin razón alguna. La lucha interna
que libran es perversa; momentos de alegría y tristeza, sonrisas y llanto ante
la imposibilidad de ser ellos, cualquier momento que consideren vaya en contra
de su actitud bonachona los detona fuera de límites permisibles. Al no
reconocer esta debilidad se sumergen en conflicto permanente.
Es un tema espinoso, aunque no
debe escapar de la necesidad impostergable de frenarlo; no se puede ir del gozo
a la tristeza, un desasosiego que los especialistas en “emociones” llaman
alteración del alma. La OMS ha señalado en sus reportes, debidamente
sustentados, que para 2020 podría la depresión convertirse en la segunda causa
de incapacidad laboral.
El médico-siquiatra español
Enrique Rojas, quien ha vendido más de tres millones de sus libros sobre
problemas mentales derivados de este siglo (best seller) con sus obras llama a
reencontrase con la felicidad, fuera de materialismos superfluos, es necesario
examinar nuestra conciencia.
La Energía Universal libera alma,
cuerpo y mente de los viejos esquemas lo que es totalmente fundamental en estos
momentos. La vida otorgada por el Creador es un privilegio, un misterio, para
muchos el más grande encargo, el cual a diario nos mueve en este apasionante
siglo, con todo y sus contradicciones no debe convertirse en una bofetada como
la que provoca la inestabilidad del alma, ese antídoto está en la aplicación de
los principios de la Energía Universal, en varias partes del mundo ya es una
práctica cotidiana para mitigar diversos padecimientos insoportables como la
depresión.
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