Foto: Marisú Ramírez |
Opinión 77, viernes 29
de septiembre de 2017
Por Marisú Ramírez
Cuando una sociedad se
enfrenta a una crisis radical como la que estamos viviendo los mexicanos,
cuando el antiguo modo de actuar y de interactuar en todas las esferas
sociales ya no funciona, cuando la supervivencia se ve amenazada por problemas
económicos y desastres naturales que parecen insuperables; sólo entonces se
tambalea nuestra forma de mirar la política en nuestro país.
Parece improbable que nos aventuremos
en un ambiente tan inoportuno a nivel global y experimentemos una
transformación evolutiva, a menos que nos veamos obligados a hacerlo por alguna
situación de crisis. Responder a una crisis radical que pone en peligro nuestra
supervivencia: ese es el reto al que nos enfrentamos ahora los mexicanos.
Para desmenuzar un poco la
cuestión, es menester un poco de historia. Como bien sabemos, la democracia
surgió en la antigua Grecia hace ya más de 2.500 años, como un pacto entre
clases para echar a los tiranos. Francisco Rodríguez Adrados (Salamanca, 1922) miembro de la Real
Academia de la Lengua y de la Historia, en su libro “La democracia ateniense” ante el cuestionamiento ¿Y por qué nació
en Atenas? Responde: Hubo una preparación
intelectual, claro. Como en la Revolución Francesa con la Ilustración. Se
hablaba del hombre como ser único, de igualdad, libertad; ahí estaban los
presocráticos... Y hubo un momento en que es un hecho político. Gobiernan los
tiranos, luego están los nobles y, debajo, el pueblo. La democracia surge como
un acuerdo fuera tiranos, entre los nobles y el pueblo, para echarlos y
repartirse el poder.
Por ello, la disfunción
de la política mexicana centrada en una supuesta y demeritada democracia, hace
muy poco, tomó un giro inesperado. Un movimiento telúrico el 19 de septiembre
no solamente cimbró las entrañas de la tierra, sino también nuestra conciencia
política, por doquier circularon los mensajes dando cuenta a detalle del
comportamiento de algunos políticos y servidores públicos, donde quedó
implícito y manifiesto que “no más”. El
milagro se dio en medio de la tragedia y con la fuerte sacudida se transformó
nuestra conciencia. Una parte importante de la población en México se ha dado
cuenta ya ― y los que no, tarde o temprano lo harán―
de que el país se enfrenta a una disyuntiva tajante: evolucionar o morir. Un
porcentaje relativamente pequeño, pero en rápido crecimiento, está
experimentando ya en su interior la descomposición de los viejos patrones políticos
y la emergencia de una nueva forma de actuar en sociedad.
Lo que está surgiendo
ahora no es un nuevo sistema político, sino una ideología social acorde a los
requerimientos de las pujantes nuevas generaciones. Estamos llegando al final
de las viejas estructuras políticas, ideologías y sistemas de creencias. El
cambio va más allá de la trascendencia del pensamiento, la nueva capacidad de
elevarse por encima del pensamiento, de hacer realidad una dimensión dentro de nosotros
mismos que es infinitamente más vasta que el pensamiento mismo. Entonces, ya no
derivaremos nuestra identidad, ni el sentido de quienes somos, en el incesante
flujo de pensamiento en el viejo sistema de creencias.
La identificación con
lo que básicamente significa nuevas formas de pensamiento. Si el mal tiene
alguna realidad ―relativa, no absoluta― es también su definición: la completa
identificación con las formas: físicas, de pensar y de sentir. El resultado es
una total inconsciencia de nuestra conexión social, de nuestra unidad
intrínseca con todos los "actores políticos". Cuando la falsa ilusión
de ser algo completamente aparte sirve de base y gobierna todo lo que pensamos,
decimos y hacemos ¿qué clase de país estamos creando?
Con el milagro
político mexicano puede observarse un creciente florecimiento de la conciencia
política, el sismo lo volvió imperativo. Para encontrar la respuesta, observemos
cómo se relacionan los políticos unos con otros, leamos historia de México o analicemos
los últimos acontecimientos. De otra forma, si las estructuras de nuestras
necesidades continúan permaneciendo alteradas, acabaremos recreando básicamente
lo mismo, los mismos males y la misma disfunción social. masryram@msn.com
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