Foto Marisú Ramírez |
Opinión No. 73 viernes 01 de septiembre de 2017
Por Marisú Ramírez
Los seres humanos
estamos yendo en muchas direcciones. Si, podemos elegir diversos caminos para
lograr nuestro desarrollo evolutivo, no solamente el bien o el mal. Algunos
requieren un gran esfuerzo, en ocasiones hasta tenemos que dejar de lado
nuestra naturaleza humana y desarrollar nuestra propia sabiduría,
trascendencia, intuición, fe y espiritualidad.
Desde el axioma
psicológico de la naturaleza humana, los seres humanos proyectamos el futuro
basados en lo que sabemos del pasado. Un niño pequeño no puede proyectar su
futuro, más allá de su corta experiencia de la vida. Una persona sin
preparación académica no proyectará su futuro siendo un gran triunfador. O un
adulto mayor no proyectará su futuro porque conoce sus limitaciones y sabe que
no vivirá para trascender más allá de su restringida y determinada esperanza de
vida. Como en todo, existen excepciones, que realmente nos llegan a sorprender.
Entonces ¿Cómo podemos
proyectar el resto de nuestra vida? Algunos comenzamos a prever y sentir el
cambio. Percibimos que algo sucede y no podemos determinarlo claramente. Está sucediendo
dentro de nosotros mismos, ¡es intuitivo! El psicólogo Carl Jung incluyó la
intuición entre las cuatro funciones que requiere el ser humano para comprender
la realidad y relacionarnos con el medio, las otras tres funciones son “el
sentimiento, el pensamiento y la sensación”.
Un tonto no se da cuenta
de que es un tonto, hasta que le llega una gran verdad que lo hace mirar hacia
atrás y decir ¡Fui un tonto! Eso requiere algo que él no tenía cuando era un
tonto. Algunos dirán que están madurando
en su naturaleza humana, otros que están despertando su intuición y otras más
que están desarrollando o despertando su conciencia. Es una evolución de
cualquier forma.
La presencia de
personas, circunstancias y cadena de sucesos; incluso alfa- numéricos; pueden
sentirse como verdaderos “Deja Vu”, la insistencia se puede deber a que lo podemos
intuir, sentir y tocar. La premisa es tener cuidado con lo que esperamos,
porque eso mismo se nos entregará.
Nuestra naturaleza
humana nos vuelve dependientes de los demás, queremos sentirnos acompañados, amados
o hasta idolatrados. No nos gusta sentirnos solos. No sabemos estar con
nosotros mismos. La ayuda viene de nuestro interior, no de fuera.
Una parte fundamental
de la naturaleza humana es el libre albedrio, pero a medida que crecemos
comenzamos a sentirnos atraídos hacía otros que creemos resolvieron esto y los
convertimos en nuestros prototipos. Todo lo que tenemos que hacer, es encender
la luz y ya no tendremos temores.
Se dice que los seres
humanos nos hemos peleado unos con otros porque no podíamos vernos entre
nosotros. Cuando encendemos la luz y nos vemos unos a otros, vemos que somos
iguales. Podemos no estar de acuerdo con los demás, pero son como nosotros y entonces
comenzamos a ver lo que tenemos en común. Cuando esto le ocurra a la mayor parte
de la humanidad, dejaremos de matarnos entre nosotros.
No se puede encender la
luz si tenemos miedo, y no se puede encender luz si decidimos quedarnos en la oscuridad. Sin
darnos cuenta de un panorama mayor, nos quedamos parados en nuestro propio
cuadrito o zona de confort “aunque esté oscuro” por lo tanto, eso será lo que
esperamos del futuro.
Darse cuenta de un
panorama mayor es parte del espíritu humano que evoluciona. Si nos quedamos en nuestro
propio caos, entonces eso será lo que esperaremos del futuro. Somos merecedores
de todo y no debemos permitir que nadie nos diga lo contrario.
Esto no sucede por arte
de magia. Cuando despertemos por la mañana coloquemos nuestras peticiones e
intenciones de tal forma que el resultado sea más benévolo y alegre; así
podremos ver el panorama desde una perspectiva más alta y pintarlo con luz, empezando
por nuestros hogares, trabajo y en general en nuestros entornos sociales. masryram@msn.com
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