Opinión
No. 160 viernes 14 de junio de 2019
Por
M en E. Marisú Ramírez
(Texto y foto)
El
ser humano sensato no admite divisiones, es de una sola pieza, otros si son
proclives a separarse, atomizarse, engañarse y descomponer su pensamiento de acuerdo
con su conveniencia, sin contemplar reflexivamente los dramas reales y
cotidianos que hacen sufrir a la sociedad.
De
época en época se conforma la historia, con sus características particulares la
vida enseña que no hay victorias definitivas, nada se consigue realmente para
siempre en los actos humanos. Desafortunadamente sus acciones irracionales se
multiplican en aspectos inacabados.
La
llamada “Impartición de Justicia” con amplias variables y tipificada en leyes,
normas éticas y morales, tratados internacionales, además de otros documentos
como códigos penales por entidad y naciones de todo el orbe; sin embargo, lograr
una justa aplicación de la justicia es una de las labores humanas de mayor
complejidad en el mundo.
Pese
a lo anterior, la violencia afecta de forma cotidiana a familias completas, donde
los más vulnerables son los niños. Organizaciones mundiales luchan contra la
erradicación de la violencia, las injusticias, la esclavitud, la impunidad, la
corrupción, el crimen organizado y un sinfín de cuestiones que están lastimando
seriamente no sólo a la sociedad sino también a nuestro hábitat y a esos seres
tan indefensos del reino animal.
Al
reflexionar sobre el tema, mi mente inexorable me lleva a ese escondrijo donde
guardo mis poemas favoritos, recuerdo uno en especial del chiapaneco Jaime
Sabines. Ahí describe a la humanidad y su contrastante esencia, el cual sé han
leído mis lectores:
“Me encanta Dios”
Es un viejo magnífico que
no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano
y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque
es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.
Nos ha enviado a algunos
tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos
digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce.
Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la
pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para
que la vida -no tú ni yo- la vida, sea para siempre.
Ahora los científicos
salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande
interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
A mí me encanta Dios. Ha
puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las
hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho
-frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño
explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y
hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el
mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros,
quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se
enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos
desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la
tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios se aleja.
Dios siempre está de buen
humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más
cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra
más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el
borboteo de luz, el manantial que soy.
A mí me gusta, a mí me
encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.
Son
demasiados los agravios a las familias mexicanas, las leyes deben ajustarse a
los requerimientos de los tiempos; evadir el acostumbrarse y ser sólo un
observador pasivo, la violencia debe abatirse con inteligencia, no termina con
un decreto o movilizaciones masivas de militares, sino con la aplicación correcta
de la justicia. masryram@msn.com
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