Opinión No. 173 viernes
13 de septiembre de 2019
Por M en E Marisú Ramírez
El adiós es complicado, Camilo
Sesto se fue a otra dimensión. Pensamiento y corazón entran en conflicto, los
sentimientos se agolpan sin alcanzar consuelo. Aún escucho su voz por teléfono
cuando me dedicó un fragmento de una de sus melodías, hace casi cuatro décadas.
A ese lugar donde estaremos
todos algún día para el feliz reencuentro, Camilo Blanes Cortés, su verdadero
nombre, se fue y deja un legado valioso e inolvidable. Su energía y talento
demostrado quedará por siempre; será imposible no extrañarlo, su voz e imagen
estará soportada por la admiración a su trabajo. Difícil dejar ir al nacido
hace 72 años en Alicante España.
Imposible olvidar la
experiencia vivida en esos momentos cuando no existían las redes sociales para
compartirla, lo cual me hubiera gustado. Si mal no recuerdo, fue en el año 1978
cuando me comuniqué al número telefónico proporcionado por el novio de mi
hermana mayor, Jesús Esquivel Soto en busca del gerente del lugar donde se
presentaría el famoso cantautor en Guadalajara, en ese tiempo admirado por
muchos.
Marqué la primera vez en el
teléfono público ubicado en la esquina de Angulo y P. Buzeta en el famoso barrio
de Santa Teresita, nadie contestó. Insistí por segunda vez; mi impaciente
adolescencia y la esperanza de conseguir boletos a última hora hacían que mi
corazón latiera a mil por hora, nadie para contestar. Decepcionada miré hacia
el cielo en busca de asistencia divina, entonces vi la estrella fugaz más
esplendorosa en el crepúsculo de la Perla Tapatía.
Insistí por tercera vez y ¡Oh
sorpresa! en lugar del gerente del lugar a quien solicitaría boletos para el
concierto, el que respondió mi llamada fue Camilo Sesto, de quien reconocí su inigualable
e inconfundible voz; me comentó que lo habían dejado solo en la oficina y muy
atento se puso a mis órdenes.
¡Camilo! Le dije, yo quiero ir
a verte por favor, comunícame con el gerente; él verdaderamente consternado por
no poder ayudarme, me dijo, mira niña, aquí no hay nadie, me han dejado solo.
Gruesas lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas por la impotencia y me
preguntó: dime que puedo hacer por ti, para que ya no llores ¿Quieres que te
cante una canción? ¿Dime cual prefieres? Con voz entrecortada sólo atiné a
decirle “Perdóname”
Entonces sucedió. El deseo de
mi estrella fugaz se concretó por el auricular, el universo tiene diferentes
caminos para materializar nuestros anhelos. Camilo Sesto comenzó a entonar mi
melodía favorita “sólo para mi”
Perdóname, si pido más de lo que puedo dar,
si grito cuando yo debo callar,
si huyo cuando tú me necesitas más.
Perdóname, cuando te digo que no te quiero ya,
son palabras que nunca sentí, que hoy se
vuelven contra mí.
Perdóname, perdóname, perdóname.
Perdóname, perdóname, perdóname, si hay algo
que quiero eres tú.
Se imaginará amigo lector el
impacto que recibí, Camilo Sesto al teléfono, ese autor de éxitos como Algo de Mí,
Perdóname, Jamás, Vivir así es morir de amor; su voz tan especial fue y será
emotivo recuerdo. El impacto fue muy grande, tal y como cuando me enteré de su
fallecimiento, ambos escenarios, aunque disímbolos me estremecieron por la
sorpresa, me convenzo de que nadie está preparado para ese tipo de acontecimientos.
Jamás lo cambió la fama. Humilde
como cuando contestó mi llamada y entonó unas coplas de Perdóname, de los
últimos conciertos quedó en mi mente el del 18 de mayo del 2017; celebró
entonces en la ciudad de México sus siete décadas de vida. Se fue un colosal
cantautor, recibió la muerte en Madrid.
Camilo Sesto quedará
en mi como un hermoso recuerdo. En sus últimos conciertos que ofreció en México
tuvo efecto ante más de 12 mil personas a las que les vibró su corazón como a mí
con la estrella fugaz y el escuchar la voz de mi cantante favorito. masryram@msn.com
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