Opinión
No. 158 viernes 31 de mayo de 2019
Por M
en E Marisú Ramírez
(Texto y foto)
Cuál
es la respuesta social cuando un ser humano, aparentemente normal se desconecta
de la realidad, sus pensamientos están anulados, no hay comprensión de los
acontecimientos. La incomprensión es compleja y, en la mayoría de las
ocasiones, excluyente.
Darles
la espalda a esas personas e ignorar su situación es delicado, error en que se
ha caído por generaciones; sin pretender realizar una crítica superficial, esa
desconexión de la realidad la Organización Mundial de la Salud (OMS) le llama
“ansiedad”, denominada en algunas naciones como epidemia de este siglo 21.
Preocupa
a las ciencias médicas y sociales este comportamiento que va de episodios
simples a situaciones depresivas agudas. Para nadie es ajeno esto, es un
padecimiento mental sin duda, aunque los enfoques más preocupantes son sus
manifestaciones sociales evidentemente surgidas de mensajes informativos
violentos, disfunciones político-económicas como el aplicar aranceles a
productos mexicanos dirigidos a los Estados Unidos, evidentemente en detrimento
de la economía familiar, usurpación de identidad (robos) y tantos otros
aspectos nocivos.
Es
así que durante una conversación con amigos especialistas interesados en este
problema, la conclusión fue directa: no segregar a todos los conocidos (amigos
o familiares) y verlos como seres raros; llamarlos a disfrutar la vida,
sacarlos de esquemas depresivos a los
que están expuestos con motivación a partir de que ningún ser humano busca
estar triste, tampoco elige estar aislado del conjunto social; la clave es
hurgar en el medio donde se desenvuelve y encontrarle sentido frente a la
ansiedad que provoca no tener lo que se anhela.
Nadie
elige el camino del sufrimiento como forma de existencia, en eso también están
conscientes los especialistas de los cuales desprendo su valiosa visión
sociológica y antropológica para la explicación de este flagelo de la era
global. La felicidad es un hermoso estado de ánimo, consciente y sumamente
personal, no es una imposición mercantilista desgranada del occidente como la
mejor forma de existir. Las personas se deprimen cuando no ven realizados sus
proyectos y sufren hasta llegar a auto derrotarse.
En
el ambiente existen diversos factores que llevan de la mano a los seres humanos
a sentir ansiedad. Históricamente se nos ha condicionado mentalmente a que la
finalidad de la existencia es ganar/tener/ser el mejor en todo, y cuando no es
así la frustración impide ver que el sentido de la vida es la sana convivencia,
sin importar quién sea el ganador. Importante recordar, la felicidad es un
trayecto no un destino, consiste en dormir sin miedo, despertar sin angustias y
disfrutar cada momento de forma empática y responsable con todo ser viviente
sobre y con el planeta.
Se
hace necesaria una reformulación de lo que puede rescatarse como alternativa a
la ansiedad depresiva, no basta leer textos de autoayuda, menos aún sentirse
empoderados ante las adversidades y sentirlas superadas cuando es todo lo
contrario. Algunos de mis conocidos apuestan por la meditación y disciplinas
afines. Existen pruebas que la meditación y algunas técnicas de respiración
reducen la ansiedad y en ocasiones sacan a las personas de severos cuadros
depresivos.
Los
antropólogos realizan razonamientos interesantes con el fin de otorgar
explicaciones convincentes, uno de estos es cómo se ha orientado a los seres
humanos a través de creencias religiosas basadas en sentir culpa por todo lo
adverso, el castigo y hasta el punto extremo el sacrificio. Nadie puede negar
que a la sociedad así se le ha orientado históricamente.
Los
sociólogos dejan puntos claros al respecto; a menudo las personas son
despedidas de su empleo por cuestiones tan infames como el rebasar la edad
laboral, tema que merece una reflexión especial por las implicaciones
psicológicas a las que son sometidos los “adultos no tan mayores” en México,
donde no se contempla el cómo enfrenta la realidad ese desplazado, menos aún su
tolerancia a la frustración como barrera para encontrar una nueva posición
laboral, tema extremadamente complicado.
Las alternativas terapéuticas tienen su base en el comportamiento social
del individuo, comprender ampliamente sus maravillosas aptitudes, considerar
sus necesidades sin imponer formas de pensar, normas sociales alejadas de la
razón y la dignidad humana; la depresión y la ansiedad quedarían empequeñecidas
si hubiera más conciencia y una verdadera preocupación por nuestros semejantes.
masryram@msn.com
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