Opinión
No. 180 viernes 22 de noviembre de 2019
Por M en E Marisú Ramírez
(Texto y foto)
“Afortunado es el hombre que tiene tiempo
para esperar”
Pedro Calderón de la Barca
Las
prisas sin sentido, originadas en la época global con su carga de estrés en la mayoría
de los casos originan consecuencias desafortunadas. Por tal será necesario un
alto en el camino para realizar una reflexión profunda sobre los
acontecimientos negativos originados por el vértigo de la aceleración humana.
A
diario se ve a muchas personas que van de prisa de un lugar a otro sin
explicarse ni valorar su actitud, o simplemente pensar a fondo si se podrá realizar
una actividad sin necesidad de acelerar el ritmo normal para alcanzar el
objetivo pretendido; se abandona la serenidad para llevar a efecto los
quehaceres cotidianos al enaltecer al que es mejor por realizar con rapidez sus
actividades, comprometiendo la calidad en el servicio.
En
pocas ocasiones existe la intención de ver la existencia desprovista de gran
velocidad, sea a bordo de un vehículo o a pie; lo importante es lograr lo
anhelado o simplemente vivir acelerado y acrecentar el estrés por encima de la
tranquilidad requerida para sosegar posibles daños a la salud y lo más grave: a
terceros.
Las
grandes urbes no tienen la característica de existir en la soledad de lo
preciado, la tranquilidad. Los visitantes que cada año eligen a este espléndido
puerto vacacional no vienen a estresarse, por el contrario, visitan este
paradisiaco lugar para mejorar su salud y, por ende, su vida; para eso salen de
sus ciudades donde les enseñaron a competir en todos los renglones de su
existencia.
Asimismo,
al contemplar el cielo vallartense durante la noche se experimenta una energía
que fluye luminosa, es grandiosa la luna en medio de las constelaciones
brillantes ensambladas unas con otras, así es el interior de los seres vivos,
en especial de los humanos, los cuales con sus conocimientos establecen esa paz
impactada por el estrés y por querer ser los primeros en todo, lo que lleva a
una visión ilógica de la vida alterada por actos sin razón al percibirse fuera
del proceso energético normal por culpa de la aceleración.
Esto
permea en todas las actividades humanas, cuando saludamos a un amigo (a)
constantemente vemos nuestro celular para consultar la hora, los mensajes o
contestar llamadas, poco tiempo se dedica al saludo afectuoso y menos aún
indagar cómo se siente nuestro interlocutor, tras breves minutos de charla nos
despedimos sin cortesía.
En
la era digital, la aceleración humana se está incrementando con una intensidad
jamás vista. Actos inconscientes, los cuales poco a poco se transforman en
estilos de existencia. Basta observar a las personas para ver en sus rostros la
prisa devastadora.
Darse
prisa, aunque no se contemple cuál será la consecuencia de retar al tiempo; a
muchos les enoja no culminar sus objetivos planteados o llegar a su destino, en
su interior se agota la energía y se acrecientan los momentos de ansiedad, todo
se desea de inmediato, se olvidan de vivir el momento y se busca la velocidad
para interpretar la existencia, es una gestión equivocada de organizar el
tiempo.
Esto
se replica en todos los ámbitos, laboral, educativo, familiar y deportivo; en
todos se exige acelerar procesos; al establecer comunicación con las personas
debe ser muy rápida, la comida igual, el transporte, las relaciones
sentimentales, en fin, todo lo fractura la prisa.
Los
momentos para contemplar, analizar y reflexionar parecen olvidados. Es la época
en la cual se ha tornado todo en extremadamente urgente, aunque se tenga que
enmendar varias veces un proceso, éste debe realizarse a la mayor brevedad.
Estudios que antaño se realizaban en dos o tres años hoy simplemente basta un
examen para demostrar el mínimo de conocimiento y obtener la certificación
anhelada.
Es
el siglo del estrés y la ansiedad, quedó atrás el disfrute de momentos de
calidad, se busca un futuro que tal vez no llegue con la satisfacción deseada,
las prisas hacen funcionar la mente a miles de revoluciones por segundo, lo
importante es detenerse un momento, reflexionar lo que implica desgastarse con
las prisas y comprender al tiempo como un aliado, no un verdugo. masryram@msn.com
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