septiembre
de 2016
En la dualidad del ser
humano, no existen conceptos ni definiciones absolutas. El orgullo no escapa a
esta realidad. Al orgullo positivo se le llama autoestima y autoconfianza y al negativo soberbia.
Dentro del lado positivo
se tiene una vida equilibrada y se valora en su justa medida. En contraparte el
lado negativo – cuando el orgullo se transforma en soberbia – se considera el mayor
generador de conflictos, exacerbando los propios méritos, por los que un
individuo se cree superior a los demás y queda al descubierto su falta de
humildad; expresan muchas quejas
mentales debido a su ego alterado, quejándose de personas, situaciones, del
clima o del país; lo que les hace saltar de un conflicto a otro, presumir de
las cualidades o de las ideas propias y menospreciar las ajenas.
Como mexicanos caemos en
este garlito –específicamente refiero la oleada de críticas al presidente
Enrique Peña Nieto por la visita del candidato a la presidencia de los Estados
Unidos, cuyo nombre no tiene la mayor importancia– donde el problema no es la
actuación “errónea o no” de nuestro primer mandatario, ni los insultos y
amenazas del susodicho candidato. El
problema es que se aceptan las ofensas como exquisitos regalos. Como refiere el
viejo adagio, si no aceptas el regalo ¿entonces de quién es?
La soberbia lleva a
sentirse superior y pone de manifiesto un complejo de inferioridad, dando paso
a la prepotencia, con la que se trata de demostrar que siempre se tiene la
razón. Intolerantes ideológicamente, aferrándose a una postura única y no
permitiendo ninguna otra postura que no sea la propia; teniendo como
consecuencia un endurecimiento emocional, una distancia emotiva y lo que es
peor, jamás se olvida una ofensa.
La honestidad puede ser dolorosa,
pero a mediano plazo es liberadora del “falso orgullo”. Permite afrontar la
verdad acerca de quiénes somos y de cómo nos relacionamos con nuestro mundo
interior, iniciando el camino que conduce al bienestar emocional, más la fortaleza
para cuestionarnos, e identificar la falsedad amenazante.
En la medida que la
honestidad se integra en nuestro ser, nuestro orgullo se va desvaneciendo al no
tener que representar papeles, con el fin de dar la imagen de alguien que no
somos y lo que es mejor, dejar de recibir regalos de personajes nefastos para
nulificar su poder efímero, al final están en sus cinco minutos de fama y
nosotros como mexicanos, no les demos mayor importancia de la que en realidad
tienen y se merecen. ¡Felices fiestas
patrias! masryram@msn.com
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