septiembre
de 2016
Después de una exhaustiva
depuración y a través del ISBN, International Standard Book Number, en
español: Número Estándar Internacional de Libros, creado en el Reino Unido
en 1966 como un identificador único de libros –adoptado mundialmente en 1970– Google, Inc. determinó que hasta el
año 2010 existían 129’864,880 libros editados.
Cifra impresionante –sin contemplar el nacimiento de los e-Books
o libros digitales en el año de 1992–
si tomamos en cuenta el corto lapso que abarca el periodo desde el
registro internacional de libros y el
inicio de la humanidad; donde los seres humanos han utilizado distintas
técnicas y materiales para preservar y difundir las experiencias,
acontecimientos, ideas, doctrinas, leyes, técnicas, ciencias y conocimientos.
Para leer una mínima
parte de estos, se tendría que leer un libro por minuto durante las 24 horas, los 365 días del año, durante el resto de la vida.
Panorama desalentador, tanto para los finlandeses catalogados como los mejores
lectores de libros del mundo, con un promedio de 47 libros por año y para los
eruditos, letrados e ilustrados del resto del planeta.
Obtener un pensamiento
crítico para discernir entre cada libro escrito es tarea difícil, incluso para
los más versados. Para alcanzar autonomía intelectual es preciso desarrollar
sabiduría para determinar con certeza, en el mar de información lo que es
conveniente leer.
Los parámetros de
elección pueden variar en gusto, calidad y necesidad de conocimiento. Lo
primero es seleccionar con criterio para afinar considerablemente la
recuperación selectiva de la información: Género (literario), geográfico,
temático y tipología.
Abrir el canon de
lecturas en el desarrollo de la autonomía intelectual, significa llegar a ser
capaz de pensar por sí mismo, con sentido crítico y poder de decisión; en
cambio la heteronomía en el campo intelectual significa seguir los puntos de
vista de otras personas, guiarse por recomendaciones –que no
siempre son buenas– con ello, se podrá
sobrellevar y compensar las múltiples formas de un condicionamiento real de
discernimiento informativo, que nos lleve a la interrogante de cómo –lejos de toda promesa e ilusión
manipuladoras– preservar y resguardar la autonomía intelectual frente al
determinismo de los sistemas no centrados en los valores de la sabiduría
humana. Si el conocimiento y la sabiduría caminaran juntos, todo sería
diferente.
El conocimiento queda sujeto a las pasiones y a la indiscutible debilidad humana. En cambio,
la sabiduría implica mayor conocimiento y profundidad de entendimiento, que son
los que aportan la sensatez y claridad de juicio para saber discernir la
información. masryram@msn.com
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