martes, 18 de octubre de 2016

Cautivos de la Información



septiembre de 2016

Después de una exhaustiva depuración y a través del ISBN,  International Standard Book Number, en español: Número Estándar Internacional de Libros, creado en el Reino Unido en 1966 como un identificador único de libros –adoptado mundialmente en 1970– Google, Inc. determinó que hasta el año 2010 existían 129’864,880 libros editados.

Cifra impresionante –sin contemplar el nacimiento de los e-Books o libros digitales en el año de 1992  si tomamos en cuenta el corto lapso que abarca el periodo desde el registro  internacional de libros y el inicio de la humanidad; donde los seres humanos han utilizado distintas técnicas y materiales para preservar y difundir las experiencias, acontecimientos, ideas, doctrinas, leyes, técnicas,  ciencias y conocimientos. 

Para leer una mínima parte de estos, se tendría que leer un libro por minuto durante las 24 horas,  los 365 días del año, durante el resto de la vida. Panorama desalentador, tanto para los finlandeses catalogados como los mejores lectores de libros del mundo, con un promedio de 47 libros por año y para los eruditos, letrados e ilustrados del resto del planeta.

Obtener un pensamiento crítico para discernir entre cada libro escrito es tarea difícil, incluso para los más versados. Para alcanzar autonomía intelectual es preciso desarrollar sabiduría para determinar con certeza, en el mar de información lo que es conveniente leer.

Los parámetros de elección pueden variar en gusto, calidad y necesidad de conocimiento. Lo primero es seleccionar con criterio para afinar considerablemente la recuperación selectiva de la información: Género (literario), geográfico, temático y tipología.

Abrir el canon de lecturas en el desarrollo de la autonomía intelectual, significa llegar a ser capaz de pensar por sí mismo, con sentido crítico y poder de decisión; en cambio la heteronomía en el campo intelectual significa seguir los puntos de vista de otras personas, guiarse por recomendaciones  que no siempre son buenas  con ello, se podrá sobrellevar y compensar las múltiples formas de un condicionamiento real de discernimiento informativo, que nos lleve a la interrogante de cómo –lejos de toda promesa e ilusión manipuladoras– preservar y resguardar la autonomía intelectual frente al determinismo de los sistemas no centrados en los valores de la sabiduría humana. Si el conocimiento y la sabiduría caminaran juntos, todo sería diferente.

 El conocimiento queda sujeto a las pasiones y  a la indiscutible debilidad humana. En cambio, la sabiduría implica mayor conocimiento y profundidad de entendimiento, que son los que aportan la sensatez y claridad de juicio para saber discernir la información. masryram@msn.com






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