miércoles, 10 de mayo de 2017

El mejor regalo de Dios




Cuando pones fe, esperanza y amor juntos, puedes criar niños positivos en un mundo negativo. Zenón de Elea

Trato de imaginar un mundo sin niños, este sería caótico y tremendamente aburrido. Imaginar la vida sin un niño en la familia es perder la esencia de la vida. Sería como malgastar los momentos más inolvidables, de esos que dejan un gran sabor, pero no de boca, si no en el alma.

 

El verlos degustar un helado, verlos dormir agotados por un día lleno de burbujas de jabón, de partidos de futbol en la sala de la casa, donde el peligro de romper algo siempre está latente. 

Incitarlos en su innata curiosidad de descubrir el mundo, su capacidad de asombro y sobre todo su inocencia, que se refleja en unos expresivos ojos que transmiten una verdadera admiración, amor incondicional y gratitud.

No puedo imaginar, un mundo sin el sonido esencial de las familias, las risas de los niños. Aunados estos a los sonidos de la naturaleza, el mar y las aves; nos brindan un cuadro excepcional, una sinfonía completa. Su siempre eterna algarabía, nos llena el alma con frecuencias positivas, lo que da un verdadero sentido de existencia. Un hogar sin niños, semeja a un nido vacío, donde la esperanza huye despavorida sin control. 

No puedo concebir, algunas noticias aterradoras, donde se daña a los niños. Guerras, pederastia, robo de infantes, violaciones, castigos extremos y un sinfín de situaciones aberrantes donde personas, que no merecen ser llamadas así, los dañan; provocándoles severos traumas y hasta la muerte.

Nuestros niños poseen almas perfectas, porque así los hizo Dios, son el mayor recurso del mundo, sin ellos no existe el porvenir. Ellos son personas que gozan del presente porque no tienen pasado y el futuro depende en gran medida del cómo y con qué alimentemos su alma, su cuerpo, su mente y hasta sus sueños. 

Al dañar a un niño, además de dañarnos nosotros mismos con sentimientos de vergüenza, culpa y un gran desasosiego que evita la paz de nuestro espíritu, estamos ofendiendo directamente a la fuente,  al autor de la creación más perfecta que existe: los niños. 

Al respecto, Karl Menninger, menciona que lo que se les hace a los niños, los niños harán a la sociedad, por lo tanto, estamos obligados a crear conciencia del legado que estamos construyendo para ellos. 

El mejor regalo que podemos brindarles, es la educación, esto refleja la cultura de un país, como ningún otro aspecto. La educación en valores es determinante durante los primeros años de vida, después es demasiado tarde. Si construimos para ellos un escudo de valores y de conocimiento, las malas influencias jamás podrán tocarlos.

La política educativa debe ser una alta prioridad para todos. Cuando entendamos que los valores no se aprenden en la calle, los valores se aprenden en el seno familiar, donde se convierten en un preciado legado en la educación de nuestros hijos, una sana convivencia, tolerancia, respeto mutuo y por sus derechos inherentes, inclusión, medio ambiente, salud y sexualidad, prevención de violencia, honestidad, sinceridad, comunicación asertiva, esfuerzo para conseguir metas, perseverancia, protección contra la inseguridad y las drogas.

No podemos estar todo el tiempo con ellos adheridos como ángeles guardianes, pero si podemos enseñarles a estar alertas, porque los peligros son y serán una amenaza latente, importante desarrollar su intuición y su capacidad de observación.

Evitar caer en la tentación de publicar sus fotografías en las redes sociales, recordemos que no sabemos quién está mirando y cuáles son sus intenciones. Sucumbir ante el impulso de subir una fotografía de nuestros hijos a la red, puede derivar en una sería catástrofe. No podemos negarlo, la inseguridad, es en estos momentos un serio problema social, que compete a nosotros como padres señalarles a los niños. 

Algunos afirman que vivimos en una sociedad sin valores; otros que han aparecido nuevos valores asociados al nuevo paradigma socioeconómico y cultural; o quien dice que el problema está en la existencia de multivariadas formas de valores, lo que produce confusión y desorientación en la actuación y valoración no sólo de los niños, sino de los seres humanos en general. 

Todo ello, quizás esté ocurriendo, valdría la pena abordar el asunto tomando en cuenta que en la sociedad y en las diferentes culturas, el hombre como guía y protector de sus descendientes ha tenido que enfrentar sus propios retos ante el acelerado desarrollo científico-tecnológico y la globalización. ¡Felicidades a todos los niños!   masryram@msn.com

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