lunes, 10 de abril de 2017

Discernir el Mundo




 Muchos de nosotros concluimos procesos de viejos paradigmas.  Atravesamos tiempos de mucha desorientación y de pocas concreciones. Existe tanta información en el ambiente, que no sabemos cuándo dejamos una materia y entramos en otra. Las barreras son tan sutiles que algunas veces no nos damos cuenta.

Immanuel Kant argumentaba que la experiencia, los valores y el significado mismo de la vida serían completamente subjetivos si no hubiesen sido subsumidos por la razón pura, y que usar la razón sin aplicarla a la experiencia, nos llevaría inevitablemente a ilusiones teóricas. 

Partiendo de los postulados Kantianos, al aceptar que si bien todo nuestro conocimiento empieza con la experiencia, no todo procede de ella, dando a entender que la razón juega un papel importante. 

Podríamos definir que saber discernir puede traducirse en distinguir un dato de otro por un acto especial de los sentidos o de la inteligencia. La idea de comprender entre una cosa y otra y determinar la composición verdadera de algo.

Por lo tanto, determinar si existe una manera correcta de ver el mundo, para compensar la inconsistencia de la que somos testigos constantemente, donde podemos defendernos viendo el mundo dividido en bueno y malo, correcto e incorrecto, blanco y negro.

El reconocer que este punto de vista rígido sobre el mundo carece de exactitud, podría generar grandes dosis de ansiedad y que salga a la superficie en formas no muy correctas o apropiadas. Abandonar la rigidez nos podría llevar a enfrentar ambigüedades y  enigmas de la vida con mayor conciencia y conocimiento de causa. 

Podríamos volvernos adictos a la forma en que nos vernos a nosotros mismos y al mundo.  Para sentirnos bien, necesitamos ser siempre perfectos y un gran deseo de que nuestras percepciones sean siempre correctas, o como diría Deepak Chopra, la insufrible necesidad de tener siempre la razón. 

Es por ello, que existen algunos factores que nos impiden observar al mundo como verdaderamente es, donde el principal protagonista es la simple negación. 

Negar y minimizar todo y a todos, restarle importancia o significado al trabajo y logro de los demás, se vuelve un verdadero problema, lo que deriva irremediablemente en la insensibilidad y miopía intelectual.

Racionalizar la información, asignar una razón lógica a algo que no la tiene o que es por naturaleza irrazonable. Justificar a conveniencia por pertenencia a los diferentes grupos de poder. 

Proyectar en los demás los problemas que estamos generando nosotros mismos. Culpando a todos sin asumir la responsabilidad individual que corresponde por actos y problemas personales.  

Futurización, con la tendencia a evadir la realidad presente y vivir en el futuro. Distorsiones del pensamiento, generadas por las creencias limitantes, sumadas a la negación y al autoengaño.  

Catastrofización, asignar una categoría de desastre aún al más leve inconveniente de la vida personal, lo que desarrolla una visión trágica que nos coloca en una actitud de víctima frente al mundo. 

Mortificación, preocupación constante ante cualquier problema cotidiano, constante ansiedad y sufrimiento que se usan como justificantes para continuar con las conductas negativas. 

Rigidez, dificultad para abrir la mente y considerar otros puntos de vista. Control y lucha de poder, donde el miedo es la emoción fundamental, lo que causa dolor en las personas y  termina generando violencia.

Pensamiento blanco y negro, incapacidad para ver el mundo de color, considerado un fuerte componente de la mentalidad moderna, lo que obstaculiza la comprensión mutua y promueve los juicios severos. 

Impaciencia e intolerancia, donde se desarrolla una marcada exacerbación por situaciones que involucran incomodidad y se actúa por impulsividad y egoísmo.

Concluyendo con la conspiranoia,  donde se crean y desarrollan teorías y posturas que intentan explicar un caso o asunto en disputa como un complot de un grupo o alianza secreta en lugar de un acto individual o aislado. 

Según Kant, nuestra moral viene determinada por leyes a priori es decir, por leyes que existen desde siempre en la estructura del universo. Al igual que Kant, discierno del mundo y digo: Mi moral no enseña a conseguir la felicidad, sino a que pueda ser digno de ella. masryram@msn.com

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