Opinión No. 5, sábado 14
diciembre de 2013
Por Marisú Ramírez
“Por el grosor del polvo en los libros
de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo”. Anónimo
Ahora resulta que en México
no sabemos leer. De acuerdo con el informe presentado en días pasados por la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México obtuvo en la
prueba aplicada en 2012 un total de 413 puntos en matemáticas y 424 en lectura,
es decir, seis y un punto menos, respectivamente, en comparación con el examen
de 2009. Lo anterior se traduce en que nuestro país incumplió la meta
establecida para que los estudiantes de bachillerato obtuvieran al menos 435
puntos y se ubicaran en un nivel aceptable en los procesos matemáticos y de
lectura.
Estos resultados nos colocan
en el lugar 53 del ranking mundial lo que significa que descendimos cinco lugares,
en comparación con 2009; pese a los 28 puntos que hemos logrado avanzar durante
la última década en matemáticas, nuestro país sigue rezagado en materia
educativa en comparación con los miembros del organismo internacional, lo que
se traduce en que solo el 1% de los alumnos mexicanos obtuvieron los puntajes
más altos de la prueba.
Sin embargo, sí obtuvimos un
primer lugar: México es el país con el mayor número de estudiantes (90%) que
aseguran ser felices en la escuela, cuando el promedio entre los países
miembros de la OCDE es de 80%.
Dos
libros por año
Por otra parte, no debe
resultarnos extraño que en la Encuesta Nacional de Lectura 2012, se reportó una
disminución en torno al hábito de la lectura que se tiene en México, en
comparación a la muestra realizada en 2006, donde se registró que 56% de los
mexicanos leían libros, mientras que el actual estudio arrojó que la cifra
actual es de 46.2%. En esa misma
encuesta, 33.5% admite no haber leído un solo libro en su vida y el 60.9% uno o
más títulos.
Tanta cifra a la baja puede
resultarnos incómoda, pero los datos son más que elocuentes. La lista podría
tornarse interminable al igual que la paciencia de los lectores; pero según el
sociólogo Fernando Escalante Gonzalbo, lo verdaderamente impresionante no es
que en nuestro país casi no se lea, si no que en México el 95 por ciento de sus
municipios no cuentan con una sola librería y el 40% no tiene bibliotecas.
Entonces de dónde quieren
nuestros gobernantes que nos nazca el gusto a los mexicanos por leer, si los
libros en México se han vuelto un artículo de lujo, son tan caros y escasos,
que solamente tenemos un libro en nuestras manos para leerlo por la obligación
de realizar alguna tarea escolar, y aun así, la posibilidad de que lo
consultemos — leerlo sería mucho pedir— es
prácticamente nula.
No es de sorprender que en
días pasados fuera testigo de una singular conversación entre la licenciada
Virginia Fonseca Sánchez, bibliotecaria de una prestigiosa universidad de esta
ciudad de Puerto Vallarta y un usuario de la misma, cuando le reclamara al
joven estudiante que entregó el libro en mal estado y con bastantes días de
retraso “…usted cree que no sé reconocer cuando un libro es maltratado por el
sol y el aire después de traerlo varios días y hasta meses en la parte
posterior de un vehículo”
Bibliotecas
emergentes
Estamos en el mejor momento.
Hagamos algo por nuestros hijos, cambiemos la tecnología de última generación
por colorido papel impreso, pero impreso de letras llenas de imaginación, de sabiduría,
de conocimiento, de justicia, de paz, de tranquilidad, de seguridad, de sano
esparcimiento, de convivencia familiar; pero sobre todo de amor por ellos, los
que han mantenido a la humanidad en el umbral del universo “los libros” y así
evitar que sigamos —reprobados en lectura— masryram@msn.com
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