Opinión No.11, sábado 22 de febrero de 2014
“Estoy satisfecho con el misterio de la eternidad de la
vida y con el conocimiento, el sentido, de la maravillosa estructura de la
existencia. Con el humilde intento de comprender aunque más no sea una porción
diminuta de la razón que se manifiesta en la naturaleza”. Albert Einstein
Por
Marisú Ramírez
Uno de los momentos más
significativos que se viven dentro de una casa de estudios, como la Universidad
del Valle de Atemajac, es cuando los estudiantes se preparan para la toma de la
fotografía que quedará plasmada en la documentación oficial que avala la
terminación de estudios. La emoción que se siente por estar a un paso de lograr
la meta es indescriptible; sin importar si es de preparatoria, de licenciatura
o de maestría.
El ambiente se torna festivo
en un vaivén interminable de relucientes camisas blancas, corbatas y sacos
negros portados con soltura, la elegancia desmedida de rostros sonrientes
iluminados por la satisfacción; los varones rasurados o con barba recortada,
bien peinados y boleados; las damas, no nos quedamos atrás, cabelleras
brillantes, labios delineados y miradas expresivas.
El equipo de fotógrafos nos
da el visto bueno, nos terminan de acomodar el cuello, acomodan las corbatas, disipan
cualquier vestigio de cabello de nuestros rostros que deberán lucir en todo su
esplendor. Con los últimos detalles para que tu imagen quede perfecta, se
encargan de hacernos sonreír para relajar los músculos de la cara y que tu
sonrisa surja espontánea y quede grabada para la posteridad.
El momento es de
camaradería, de compañerismo; en las aulas los docentes impacientes aguardan a
que retornen sus alumnos para continuar con las actividades académicas del día.
Pasada la euforia del momento queda una sensación de nostalgia, el tiempo de
estudiar juntos se agota, son momentos que hay que aprovechar al máximo.
En el aula, la Maestra
Juanita Correa Reyes, siente lo mismo que nosotros, el afecto que nace de la
convivencia cotidiana, nos vuelve cómplices, tanto de la vida como del
conocimiento. Aprovechamos al máximo los momentos que nos quedan, disipamos
dudas y damos nuestro mayor esfuerzo.
Nuestra alma máter impasible
nos mira, nos siente, nos abraza y llena de fortaleza, siempre seremos sus hijos,
los que día a día llegamos corriendo por los pasillos, dando los buenos días
apresurados porque se nos ha hecho tarde. El sonriente rostro de Monseñor
Santiago Méndez Bravo, nos saluda desde el pedestal, pareciera que su mirada a
través de sus anteojos de bronce nos dijera, corre, corre que para aprender siempre
hay tiempo. masryram@msn.com
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