Opinión No. 8, sábado 18
de enero de 2014
Por Marisú Ramírez
Es usual que se hable de
Atenas como la "cuna de la democracia". La democracia ateniense
estaba basada en la selección de representantes por sorteo, la asamblea estaba
compuesta por todos los ciudadanos varones de Atenas, quienes votaban directamente
y no tomaban las decisiones; consideraban que dar el poder de tomar decisiones
a los representantes electos era retirárselo al pueblo, convirtiendo al Estado
en una oligarquía.
El concepto actual es muy
diferente al de los atenienses de la antigüedad. La democracia se define como
el gobierno del pueblo, lo que parece sencillo, pero hay mucho debate en torno
a lo que esto significa; incluso los mismos griegos, nunca la practicaron del
todo en su forma "pura". Pero afortunadamente, si hay cierto acuerdo de
forma generalizada en cuanto a las condiciones necesarias para que aparezca y
funcione.
En la actualidad la
democracia se ha establecido como el único sistema político aceptable, lo cual
no significa tener el derecho de decir y hacer lo que uno quiere, el asunto es
más complejo. Podríamos señalar que la democracia es un mal sistema, pero hasta
la fecha es el mejor que se conoce.
Si bien es cierto, no existe
ningún sistema de gobierno que permita satisfacer a todo el mundo, hipotéticamente,
sí a la mayoría. El problema es que, si aún la democracia pura tiene sus
defectos, no siempre que se aplica se hace correctamente. La distinta vara de
medir, la falta de una justicia eficiente y, en definitiva, la falta de
políticos competentes en el poder provoca en los ciudadanos una triste y no menos peligrosa sensación de
desconfianza.
No obstante, todos sabemos
que lo último que se ha de perder es la esperanza, y muchas veces se intenta crear
lo que sería un modelo de Estado ideal. Para
ello, debemos asumir que la democracia es el menos malo de los sistemas
políticos, pues conlleva siempre una cierta aceptación del gobierno por parte
del pueblo al haber sido elegido por éste, al menos en teoría. Desde los
principios democráticos se considera que todo pueblo tiene derecho a
equivocarse y que siempre es mejor cuando el error es asumido como propio por
la sociedad y no cuando éste es culpa de unas pocas personas “expertas”, que podrían
a pesar de todo equivocarse, o incluso actuar según intereses políticos ajenos
a la mayoría de los ciudadanos.
En este sentido, la
democracia debería reducir la inestabilidad política y asegurar a los
ciudadanos que por mucho que discrepen de las políticas de gobierno, siempre
tendrán una oportunidad de cambiar a quienes gobiernan, o incluso de cambiar
directamente las políticas con las cuales no están de acuerdo. La mayoría de las personas coinciden en que
esto es preferible a un sistema en el que los cambios políticos se lleven a
cabo por medio de la violencia, lo que sin duda alguna representa un ataque a
la autoridad del Estado y una afrenta a las instituciones del país.
Entre los beneficios de la
democracia, se podría mencionar el hecho de que permite el bienestar más
generalizado entre la población, en comparación con otros sistemas que se hayan
probado. En este contexto, si consideramos que existe una coacción inaceptable
en nuestro País, nuestro deber es invocar la intervención del Estado de Derecho
para que se restablezcan las condiciones democráticas y someternos, con
disciplina y con esperanza a sus designios. ¿Entonces? Así, en México no
tendríamos una “Democracia de reversa”. masryram@msn.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario