lunes, 5 de mayo de 2014

Democracia de reversa

Opinión No. 8, sábado 18 de enero de 2014
  
Por Marisú Ramírez

Es usual que se hable de Atenas como la "cuna de la democracia". La democracia ateniense estaba basada en la selección de representantes por sorteo, la asamblea estaba compuesta por todos los ciudadanos varones de Atenas, quienes votaban directamente y no tomaban las decisiones; consideraban que dar el poder de tomar decisiones a los representantes electos era retirárselo al pueblo, convirtiendo al Estado en una oligarquía.

El concepto actual es muy diferente al de los atenienses de la antigüedad. La democracia se define como el gobierno del pueblo, lo que parece sencillo, pero hay mucho debate en torno a lo que esto significa; incluso los mismos griegos, nunca la practicaron del todo en su forma "pura". Pero afortunadamente, si hay cierto acuerdo de forma generalizada en cuanto a las condiciones necesarias para que aparezca y funcione.

En la actualidad la democracia se ha establecido como el único sistema político aceptable, lo cual no significa tener el derecho de decir y hacer lo que uno quiere, el asunto es más complejo. Podríamos señalar que la democracia es un mal sistema, pero hasta la fecha es el mejor que se conoce.  

Si bien es cierto, no existe ningún sistema de gobierno que permita satisfacer a todo el mundo, hipotéticamente, sí a la mayoría. El problema es que, si aún la democracia pura tiene sus defectos, no siempre que se aplica se hace correctamente. La distinta vara de medir, la falta de una justicia eficiente y, en definitiva, la falta de políticos competentes en el poder provoca en los ciudadanos  una triste y no menos peligrosa sensación de desconfianza.

No obstante, todos sabemos que lo último que se ha de perder es la esperanza, y muchas veces se intenta crear lo que sería un modelo de Estado ideal.  Para ello, debemos asumir que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, pues conlleva siempre una cierta aceptación del gobierno por parte del pueblo al haber sido elegido por éste, al menos en teoría. Desde los principios democráticos se considera que todo pueblo tiene derecho a equivocarse y que siempre es mejor cuando el error es asumido como propio por la sociedad y no cuando éste es culpa de unas pocas personas “expertas”, que podrían a pesar de todo equivocarse, o incluso actuar según intereses políticos ajenos a la mayoría de los ciudadanos.

En este sentido, la democracia debería reducir la inestabilidad política y asegurar a los ciudadanos que por mucho que discrepen de las políticas de gobierno, siempre tendrán una oportunidad de cambiar a quienes gobiernan, o incluso de cambiar directamente las políticas con las cuales no están de acuerdo.  La mayoría de las personas coinciden en que esto es preferible a un sistema en el que los cambios políticos se lleven a cabo por medio de la violencia, lo que sin duda alguna representa un ataque a la autoridad del Estado y una afrenta a las instituciones del país.

Entre los beneficios de la democracia, se podría mencionar el hecho de que permite el bienestar más generalizado entre la población, en comparación con otros sistemas que se hayan probado. En este contexto, si consideramos que existe una coacción inaceptable en nuestro País, nuestro deber es invocar la intervención del Estado de Derecho para que se restablezcan las condiciones democráticas y someternos, con disciplina y con esperanza a sus designios. ¿Entonces? Así, en México no tendríamos una “Democracia de reversa”. masryram@msn.com




   

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