martes, 2 de junio de 2020

Ojalá lloviera amor



Por M en E Marisú Ramírez
(Texto y foto)
Amanece cada día, sí. ¿Pero cómo? Mientras el planeta se toma un respiro, la agitación social por los efectos de la pandemia se agudiza, la incertidumbre acrecienta el malestar cuando nos enteramos de desastres naturales y situaciones destructivas, escenarios que expanden la angustia, la depresión y la tristeza.

En el portal de noticias de la ONU también se hace eco de una advertencia de la Comisión sobre Salud Mental Mundial y Desarrollo Sostenible de la publicación científica The Lancet, en el sentido de que "muchas personas que antes salían adelante ahora son menos capaces de hacerlo debido a los múltiples factores de estrés generados por la pandemia".

Por ello, se hace necesario elevar nuestra energía colectiva para revertir esta tendencia, solo con un gran deseo de que esto ocurra, sucederá.  Es primordial anular su poder a todas las fuerzas destructivas y a todos los que tienen nefastas intenciones tanto con los seres humanos y con el planeta.

Al comentar todos los problemas que se generan se agudizan, se empoderan; al grado de que cada día suceden más calamidades, terremotos, incendios, inundaciones, enfermedades devastadoras; en general se incrementa potencialmente la violencia en todos los niveles. Sin mencionar las tensiones entre grandes potencias mundiales. 

Atrapar de forma colectiva toda energía negativa destinada a guerras o terrorismo, y purificar su causa y núcleo. Liberar esa energía de odio, para elevar las frecuencias positivas en toda la Tierra.

Es importante desear que llueva amor en lugar de pronosticar devastadores huracanes, generar tormentas perfectas de paz y de bienestar en todo rincón del planeta. 

Que los volcanes en erupción no arrojen toneladas de lava y rocas incandescentes con fuegos devastadores, sino toneladas de esferas de luz que llenen la atmósfera de buenas intenciones.

Que la tierra se encienda, pero no con fuegos que arrasan con todo a su paso, sino que arda con ríos de fresca y cristalina agua para que apague el fuego interno y codicia de todos los que aniquilan y oprimen a sus semejantes.

Que las nubes se carguen no de aguas arrasadoras que inundan todo a su paso, sino millones de apacibles gotas que alivien la sed de la tierra y limpien el alma de los oprimidos. 

Desear que las grandes tormentas de nieve se transformen en mantos que cobijen amorosamente valles y montañas para que la tierra se refresque y regenere. Así mismo, que los devastadores tornados se conviertan en verdaderas vorágines que sólo recojan la energía negativa alojada en cada rincón de la tierra, donde añejamente se ha teñido de sangre de los inocentes que han luchado por su permanencia en el planeta y que solamente buscaban paz en sus hogares.

Desear que las auroras boreales irradien toda su energía protectora para los indefensos. Que la luna si sea de miel para todos y que aunado al maná divino sea un verdadero manjar sanador para todos los enfermos.

Desear que la energía sanadora de las constelaciones llene de luz nuestros hogares para que la oscuridad y los oscuros salgan huyendo despavoridos ante su presencia.  

Que la energía del sol se transforme en un fuego abrazador que llene de amor todos los corazones. Desear que toda la energía del universo se aloje en cada alma y erradique la depresión y la tristeza; que destruya la angustia y entorpezca las malas intenciones.

Por último, que lluevan millones de gotitas de amor en todo el planeta, para que sea un lugar como el creador lo soñó y diseñó para nosotros. Si todos juntos lo deseamos transformaremos nuestra realidad. 

Todo lo anterior suena utópico y puede generar paradigmática risa, pero muchos aún desconocen el poder de transformar la realidad, Dios nos diseñó con esa habilidad, pero la mayoría no conoce ese don, no se quieren enterar y lo peor ni siquiera lo intentan. Todos los demás tienen la culpa de lo que pasa, nosotros ¡No! masryram@msn.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario