Por M en E Marisú Ramírez
(Texto y foto)
Amanece cada día, sí. ¿Pero
cómo? Mientras el planeta se toma un respiro, la agitación social por los efectos
de la pandemia se agudiza, la incertidumbre acrecienta el malestar cuando nos
enteramos de desastres naturales y situaciones destructivas, escenarios que expanden
la angustia, la depresión y la tristeza.
En el portal de noticias de la
ONU también se hace eco de una advertencia de la Comisión sobre Salud Mental
Mundial y Desarrollo Sostenible de la publicación científica The Lancet, en el
sentido de que "muchas personas que
antes salían adelante ahora son menos capaces de hacerlo debido a los múltiples
factores de estrés generados por la pandemia".
Por ello, se hace necesario
elevar nuestra energía colectiva para revertir esta tendencia, solo con un gran
deseo de que esto ocurra, sucederá. Es
primordial anular su poder a todas las fuerzas destructivas y a todos los que
tienen nefastas intenciones tanto con los seres humanos y con el planeta.
Al comentar todos los
problemas que se generan se agudizan, se empoderan; al grado de que cada día
suceden más calamidades, terremotos, incendios, inundaciones, enfermedades
devastadoras; en general se incrementa potencialmente la violencia en todos los
niveles. Sin mencionar las tensiones entre grandes potencias mundiales.
Atrapar de forma colectiva
toda energía negativa destinada a guerras o terrorismo, y purificar su causa y
núcleo. Liberar esa energía de odio, para elevar las frecuencias positivas en
toda la Tierra.
Es importante desear que
llueva amor en lugar de pronosticar devastadores huracanes, generar tormentas
perfectas de paz y de bienestar en todo rincón del planeta.
Que los volcanes en erupción
no arrojen toneladas de lava y rocas incandescentes con fuegos devastadores,
sino toneladas de esferas de luz que llenen la atmósfera de buenas intenciones.
Que la tierra se encienda,
pero no con fuegos que arrasan con todo a su paso, sino que arda con ríos de
fresca y cristalina agua para que apague el fuego interno y codicia de todos
los que aniquilan y oprimen a sus semejantes.
Que las nubes se carguen no de
aguas arrasadoras que inundan todo a su paso, sino millones de apacibles gotas
que alivien la sed de la tierra y limpien el alma de los oprimidos.
Desear que las grandes
tormentas de nieve se transformen en mantos que cobijen amorosamente valles y
montañas para que la tierra se refresque y regenere. Así mismo, que los
devastadores tornados se conviertan en verdaderas vorágines que sólo recojan la
energía negativa alojada en cada rincón de la tierra, donde añejamente se ha
teñido de sangre de los inocentes que han luchado por su permanencia en el
planeta y que solamente buscaban paz en sus hogares.
Desear que las auroras
boreales irradien toda su energía protectora para los indefensos. Que la luna
si sea de miel para todos y que aunado al maná divino sea un verdadero manjar
sanador para todos los enfermos.
Desear que la energía sanadora
de las constelaciones llene de luz nuestros hogares para que la oscuridad y los
oscuros salgan huyendo despavoridos ante su presencia.
Que la energía del sol se
transforme en un fuego abrazador que llene de amor todos los corazones. Desear
que toda la energía del universo se aloje en cada alma y erradique la depresión
y la tristeza; que destruya la angustia y entorpezca las malas intenciones.
Por último, que lluevan
millones de gotitas de amor en todo el planeta, para que sea un lugar como el
creador lo soñó y diseñó para nosotros. Si todos juntos lo deseamos
transformaremos nuestra realidad.
Todo lo anterior
suena utópico y puede generar paradigmática risa, pero muchos aún desconocen el
poder de transformar la realidad, Dios nos diseñó con esa habilidad, pero la
mayoría no conoce ese don, no se quieren enterar y lo peor ni siquiera lo
intentan. Todos los demás tienen la culpa de lo que pasa, nosotros ¡No! masryram@msn.com
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