Por
M en E Marisú Ramírez
(Texto y foto)
“En la vida algunas veces se gana, otras
veces se aprende”
John Maxwell
En
este momento histórico de caos mundial se ponen sobre la mesa opiniones y
enfoques de diversos temas que se agudizan o son consecuencia de la emergencia
sanitaria: suicidios, abortos, eutanasia y la pena de muerte.
Son
momentos de conciencia de ese componente dialógico del ser humano que es la ética.
Regularmente se parte de creencias sobre estos conflictos de vida, los cuales
llevan al sufrimiento y vacío existencial crónico que muerde a cada momento la existencia.
Durante
la emergencia sanitaria los gobiernos están centrando su atención en crear
planes económicos para salvar su economía, generar estrategias para el control
de la pandemia, garantizar atención médica e insumos preventivos y abastecer de
alimentos básicos a millones de personas desempleadas.
Sin
embargo, se están dejando de lado temas delicados de salud pública, asuntos como
el incremento de la violencia intrafamiliar y social, violación de menores por
el confinamiento, incremento de los embarazos no deseados y adultos mayores sin
asistencia médica debido a la pandemia por el COVID-19. Ni que decir de las personas
que están en situación de calle.
El
problema va más allá de la posición de si son buenas o malas las acciones
gubernamentales que se están generando. Estoy de acuerdo, existen prioridades,
pero demasiadas familias no la están pasando bien.
Los
actos de informar sobre las creencias a través de los medios de comunicación o
de las mismos organismos legislativos, locales, nacionales o internacionales no
los separan de la falsa conciencia, suponen saber qué es lo mejor para la
sociedad, lo “razonan” así en sus ámbitos de acción, con un principio sin
detalles específicos y convincentes, sin conciencia, sin reflexión.
Ante
ello, en el futuro inmediato se incrementarán los debates sobre estos temas
generadores de grandes polémicas y divisiones sociales como la decisión de abortar
o de preferir la muerte como el escape al sufrimiento, o de instaurar la pena
de muerte.
Pienso
que todos los asuntos fuera de la vida son meramente teorías, no merecen
polémicas previas, siempre pasarán por el mayor enigma de lo desconocido ante los
que pretenden engañar al mostrar lo que está en el trasfondo de sí mismo, es
decir lo filosófico que se pretende sustentar en problema más hacia la creencia
que hacia la razón que le dio origen.
Se
le hace creer a la sociedad a partir de hipótesis que la realidad es un acto en
el cual no tiene por qué intervenir de manera consciente, el poder establece
primero indicios y después conclusiones desarticuladas sobre la creencia de lo
considerado por expertos como lo benéfico para los practicantes de estos temas
de vida, por demás complicados: Morir o matar con el pretexto de satisfacer la
creencia de la modernización social.
Todo
surge de lo humano, es un hacer permanente y universal de la cultura. Estos dos
aspectos son formas culturales de acción directa sobre un derecho inalienable:
La vida. Cuando se trastoca por creencia o conocimiento de lo que beneficia al
ser que lo practica la decisión va más allá de la conciencia del ejecutante, se
pone como dice el sociólogo Armand Mattelart fuera del alcance de la razón.
Por ello cuando nos enteremos de situaciones críticas y destructivas,
podemos usar toda nuestra energía dentro de nuestras posibilidades, sea de
forma económica, en especie o con servicios profesionales, todos tenemos algún
tipo de habilidad o posibilidad para ayudar y fortalecer a todos los implicados
en esta severa crisis, mejorar condiciones de vida con pequeños actos de amor
en lugar de opinar y criticar, eso solamente empodera a los problemas. Defender
la vida debería ser nuestra mayor prioridad.
masryram@msn.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario