noviembre
de 2016
La costumbre de saludar de los seres humanos tiene sus orígenes en
la antigüedad cuando los guerreros de las tribus se estrechaban las manos para
demostrar que se iba desarmado y representaba un pacto de no agresión, más que
un gesto de amistad y cordialidad.
Ya en sociedad, se
generalizó la costumbre de saludar a toda persona con la que se encontraba en
la calle, establecimientos y sitios
públicos donde se interactuaba. Se realizaba bajo un estricto orden social,
donde dependiendo de la jerarquía o título nobiliario del personaje era la
manera en que se saludaba, desde besar la mano, exageradas reverencias donde
las personas se inclinaban hasta poner la mano a la altura de la rodilla, “hacer
caravanas” en el glosario de mexicanismos, inclinaciones de cabeza, estrechar
las manos, el antebrazo –al estilo
romano–, de forma militar en ángulo
recto y llevar la mano derecha con los dedos juntos hacia la sien o a la visera
de la gorra, quitándose el sombrero… en realidad no habría espacio para
mencionar todas las formas existentes de saludar y que perduran hasta la
actualidad, donde se imponen diversos grados de diplomacia, solemnidad y rigurosidad
ante las esferas de elite, de gobierno y de organizaciones, pero sobre todo es
un aspecto cultural bastante arraigado en cada país donde se establece.
Otro tipo de saludo, como
lo es el beso en la mejilla no es aceptado en las culturas asiáticas y del
medio oriente –el contacto físico está prohibido–. En
occidente es de uso frecuente en actos sociales, es una forma de expresar
afecto entre amigos y familiares; lo que no es muy bien visto y es sujeto a
controversias en el ámbito profesional, ni a una persona que recién se conoce. En
Francia, Rusia y algunos países de Oriente se dan tres besos; en Europa se dan dos y en la mayoría de los
países de Latinoamérica se da uno solamente y en Estados Unidos se prefiere
obviar.
Ahora bien, el saludo más allá de un acto de
cortesía y educación y dentro de la llamada cosmología andina, Nicolas Pauccar,
sacerdote Q’ero menciona la importancia del saludo, no sólo entre los seres
humanos, sino entre todo lo que nos rodea, es decir: la naturaleza, la tierra y
hasta el dinero; en general todo lo que existe. Al saludar, menciona, lo haces
parte de tu realidad, cuando alguien existe para ti, también existes para él.
Al besar la tierra, partículas se impregnan en los
labios y los receptores que se tienen en la boca dan la información para
interactuar en el sitio, lo que genera un sentido de pertenencia. Pauccar
utiliza otro ejemplo: al saludar un árbol lo integramos a nuestra realidad, es
decir se establece conexión y al hacerlo se reciben sus beneficios energéticos
y nutricios para sanarnos y alimentarnos con sus frutos.
Recordar, la ausencia de un saludo, no solo será
tomado como signo de mala educación y falta de cortesía, sino como actitud
contraria donde se rompe todo vínculo de conexión, de integración, de amistad
en el caso de los seres humanos. En la naturaleza, la falta de saludo es como
comer insípidos pedazos de cartón en agua corrompida por la falta de interés en
nuestros entornos vitales.
Cada día nos alejamos
más de los seres humanos, somos cada vez más extraños y menos conocidos, mucho
menos interactuamos con la naturaleza “el Universo no está en crisis” los que
estamos en crisis somos los seres humanos. masryram@msn.com
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