noviembre
de 2016
Cuando se tiene la tendencia a abrazarse al
discurso superficial que acompaña a cualquier situación, llámese política,
religiosa, económica e inclusive amorosa, siempre y cuando venga adornada por
un bonito mensaje al que se pueda adherir y al hacerlo, no se llega a cuestionar qué
puede esconderse detrás de cada motivo ni qué implicaciones se pueda tener.
Con esta actitud, en el fondo egoísta y sin
sustancia, lo único que se consigue es pervertir lo que podrían ser iniciativas
potencialmente transformadoras de la realidad. Entonces, cuando se entra
en simbiosis, se comienza a ver cómo
nuestras intenciones afectan profundamente a otros y cómo, si se tienen motivos
ulteriores de cualquier naturaleza en cualquiera de nuestros actos, se
convierten en la falla que domina y somete a nuestro ser. Motivo ulterior —el
motivo real detrás de cada acción— ahí es donde se nos juzga, no por lo
superficial; se nos juzga por nuestro motivo ulterior.
La mayoría de las veces al tener un motivo
ulterior, se deriva a la carencia como complemento, al deseo oculto, la
intención de obtener un beneficio, la sobrevivencia en la jungla social o por
el simple placer de satisfacer al ego, o el mayor de todos los motivos: acallar
la conciencia. Por ello es importante reconocer si se tiene un motivo ulterior,
deshacerse de todas las florituras y observarlo en su justa dimensión, eso es
lo que se tiene que refinar.
Ser impecable es vivir desde ese lugar
ulterior, el motor de la vida y el motor que hay detrás de cada cosa que se
hace, se dice y se piensa. El ser impecable en nuestras acciones, relaciones y
decisiones es una asignación determinante para todos. ¿Y qué tan común es
esto? Ser bueno con alguien,
excepcionalmente amable con alguien y no es por el hecho de ser considerado;
implica un motivo ulterior, se quiere obtener algo de esa persona.
Nadie escapa a tener un motivo ulterior, continuamente
se llena de motivos y se derivan como excusas, se quiere, se desea y debe
obtenerse a cualquier precio; ya sea una relación en cualquiera de los niveles,
u obtener algo, un empleo, o permanencia en él, un vehículo, una casa, un
puesto público. Lo que realmente se quiere es el motivo ulterior y se usa la
amabilidad como careta para obtenerlo.
La complicación se da al realizar una revisión
de lo que es el motivo ulterior, el reconocer que se tiene y cómo se llega a experimentar. El engaño es lo que se percibe
como el objeto del motivo ulterior y el engaño es la intención que no es
impecable.
Ser impecable es cuando se está en la cima de una montaña
y se tiene una mayor visión que la que se tiene abajo, donde el espeso bosque
obnubila la mente y escasea la visibilidad;
donde aterra la idea de desnudarse hasta
llegar al límite del desapego de los motivos ulteriores, lo que significa un
verdadero miedo a lo que puedan ser o en lo que se pueden convertir, pues se comparte
una amistad verdadera y provechosa con lo que se llama el yo sombrío. Se está ligado
a creencias limitantes y a los apegos
que se crean con los verdaderos motivos. Ser impecable es contener lo que existe donde
no hay espacio — el amor— pegamento que mantiene todo unido. Ese es el
verdadero poder y sin necesidad de motivos ulteriores. masryram@msn.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario