miércoles, 23 de noviembre de 2016

Motivo ulterior




noviembre de 2016

Cuando se tiene la tendencia a abrazarse al discurso superficial que acompaña a cualquier situación, llámese política, religiosa, económica e inclusive amorosa, siempre y cuando venga adornada por un bonito mensaje al que se pueda adherir  y al hacerlo, no se llega a cuestionar qué puede esconderse detrás de cada motivo ni qué implicaciones se pueda tener. 

Con esta actitud, en el fondo egoísta y sin sustancia, lo único que se consigue es pervertir lo que podrían ser iniciativas potencialmente transformadoras de la realidad. Entonces, cuando se entra en   simbiosis, se comienza a ver cómo nuestras intenciones afectan profundamente a otros y cómo, si se tienen motivos ulteriores de cualquier naturaleza en cualquiera de nuestros actos, se convierten en la falla que domina y somete a nuestro ser. Motivo ulterior —el motivo real detrás de cada acción— ahí es donde se nos juzga, no por lo superficial; se nos juzga por nuestro motivo ulterior. 

La mayoría de las veces al tener un motivo ulterior, se deriva a la carencia como complemento, al deseo oculto, la intención de obtener un beneficio, la sobrevivencia en la jungla social o por el simple placer de satisfacer al ego, o el mayor de todos los motivos: acallar la conciencia. Por ello es importante reconocer si se tiene un motivo ulterior, deshacerse de todas las florituras y observarlo en su justa dimensión, eso es lo que se tiene que refinar. 

Ser impecable es vivir desde ese lugar ulterior, el motor de la vida y el motor que hay detrás de cada cosa que se hace, se dice y se piensa. El ser impecable en nuestras acciones, relaciones y decisiones es una asignación determinante para todos. ¿Y qué tan común es esto?  Ser bueno con alguien, excepcionalmente amable con alguien y no es por el hecho de ser considerado; implica un motivo ulterior, se quiere obtener algo de esa persona. 

Nadie escapa a tener un motivo ulterior, continuamente se llena de motivos y se derivan como excusas, se quiere, se desea y debe obtenerse a cualquier precio; ya sea una relación en cualquiera de los niveles, u obtener algo, un empleo, o permanencia en él, un vehículo, una casa, un puesto público. Lo que realmente se quiere es el motivo ulterior y se usa la amabilidad como careta para obtenerlo. 

La complicación se da al realizar una revisión de lo que es el motivo ulterior, el reconocer que se tiene y cómo se  llega a experimentar. El engaño es lo que se percibe como el objeto del motivo ulterior y el engaño es la intención que no es impecable. 

Ser impecable es cuando se está en la cima de una montaña y se tiene una mayor visión que la que se tiene abajo, donde el espeso bosque obnubila  la mente y escasea la visibilidad; donde  aterra la idea de desnudarse hasta llegar al límite del desapego de los motivos ulteriores, lo que significa un verdadero miedo a lo que puedan ser o en lo que se pueden convertir, pues se comparte una amistad verdadera y provechosa con lo que se llama el yo sombrío. Se está ligado a  creencias limitantes y a los apegos que se crean con los verdaderos motivos.  Ser impecable es contener lo que existe donde no hay espacio — el amor— pegamento que mantiene todo unido. Ese es el verdadero poder y sin necesidad de motivos ulteriores. masryram@msn.com

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