“Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto”.
Antonio Porchia
Sumergidos en
la rutina, nos da flojera pensar y más si se trata de pensar de manera
diferente a la habitual. Tal vez el ego ni siquiera permitirá leer estas
palabras.
Es cierto, el
cúmulo de acontecimientos, nos arrastra, golpea y a muchos nos destroza; la
mayoría de las veces es culpa de la inercia. Cada uno de nosotros obtenemos día
con día nuestra ración. Es un círculo vicioso, estancados no avanzamos, nuestro
ego nos mantiene paralizados.
Ni que decir
de actuar, eso es para los “otros” los gobernantes, los burócratas, los maestros,
los empleados, para el que nos sirve. Nada es nuestra responsabilidad.
Cómodamente instalados en nuestras respectivas zonas de confort, observamos y
juzgamos.
Vemos como
destruyen nuestro patrimonio natural, manglares, bosques, selvas y playas; y no
hacemos nada. Los humanos destruimos todo al paso, nos volvimos inermes,
tiramos basura, grafiteamos, desperdiciamos. De manera desenfrenada dañamos,
producimos y consumimos sin control. Nos hemos vuelto adictos.
Observemos —
sólo un poco— lo que estamos tirando a la basura, libros, enciclopedias,
sillas, mesas, ropa, zapatos, artículos de bebé, juguetes, etc. Objetos que
bien podría alguien estar necesitando, pero todo se va en el carretón de la
basura. Al paso que vamos, en un futuro no muy lejano, encontraremos ahí mismo
—en los montones de basura— a las madres, a los ancianos, a los que ya no
sirven, a las esposas, porque ya han pasado sus mejores años.
Construimos
casas y edificios que nadie habitará, porque el precio es demasiado alto;
construimos centros comerciales donde nadie comprará, la mercancía no está al
alcance de los bolsillos; nos endeudamos para satisfacer el ego.
Hartos, reflexionamos
sobre el sistema de justicia en el mundo. Como eco, las palabras se pronuncian
y se escriben infinidad de veces, pero seguimos sin respetar las leyes — de Dios, del hombre, naturales y universales—.
De qué sirve que existan leyes contra los crímenes, si seguimos asesinando,
robando, extorsionando, cometiendo ilícitos de toda índole, depredando la naturaleza,
consumiendo bienes innecesarios y que sólo alimentan nuestro ego.
Nuestro cerebro
es altamente adictivo, si seguimos pensando, haciendo y consumiendo lo mismo,
nuestra mente seguirá en la misma tónica. La conciencia utilizada por el ego se
manifestará en pensamientos negativos.
Vivimos con un
verdugo en la cabeza que continuamente nos ataca, castiga y nos absorbe la
energía vital, lo que causa sufrimiento, infelicidad y enfermedad. Este tipo de
pensamiento compulsivo es en realidad una adicción. ¿Qué es lo que caracteriza
a una adicción? ya no se siente que se puede elegir detenerse.
No se
requieren análisis profundos ni conclusiones inteligentes. Al servicio de la
conciencia lograremos la inspiración, la intuición, la concentración y el respeto
a nuestros semejantes. Wayne W. Dyer sostiene en su libro “El poder de la
intención” que podemos dominar el ego en 7 pasos:
No sentirse
ofendido. Lo que ofende sólo contribuye a debilitar. Si buscamos ocasiones para
sentirnos ofendidos, las encontraremos. Sentirse ofendido crea la misma energía
destructiva que te ofendió y que lleva al ataque, al contraataque y a la
guerra.
Liberarse de
la necesidad de ganar. Al ego le encanta dividir entre ganadores y perdedores.
Es imposible ganar todo el tiempo. Siempre habrá alguien más rápido, más joven,
más fuerte, más listo y con más suerte.
Liberarse de
la necesidad de tener razón. Olvidarse de esto es como decirle al ego: “no soy
tu esclavo”. Preguntarse ¿Quiero ser feliz o tener la razón?
Liberarse de
la necesidad de ser superior. La verdadera nobleza no tiene nada que ver con
ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes.
Liberarse de
la necesidad de tener más. Por mucho que logremos y adquiramos, el ego
insistirá en que no es suficiente.
Liberarse de la necesidad de identificarnos con nuestros
logros. Liberarse de la fama. La fama no se localiza en nosotros, sino en la
mente de los demás, por consiguiente, no se ejerce ningún control sobre ella.
Si se preocupa demasiado por cómo nos perciben las personas, se habrá
desconectado de la verdadera intención. Así funciona el ego. masryram@msn.com
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