jueves, 29 de julio de 2021

Positivismo colectivo


Dedicada a la memoria de José Mario Reyes Fuentes (QEPD) En su primer aniversario luctuoso 22-07-2020

Por M en E Marisú Ramírez Muñoz

Históricamente hemos sido testigos del sufrimiento de muchos pueblos alrededor del planeta. Como plaga, pululan cientos de malos gobiernos que se exacerban en la actualidad, huelga mencionar países, son demasiados. Algunos por la cercanía duelen tanto o casi igual que los nuestros.

Ante la imposibilidad de ayudar a todas esas personas, lo único que se puede hacer por ellos es orar o dicho en otras palabras mandar energía positiva para que los conflictos se solucionen de manera pacífica y de esta manera se minimice, aunque sea un poco la angustia de tantos millones de seres humanos. 

Es por esta razón que últimamente la palabra energía se ha difundido de manera generalizada y su carácter cada vez más visible en el ser humano exige para la ciencia propuestas viables para su conceptualización y aplicación.

La fortaleza del término “energía” se encuentra dada por su versatilidad en la tarea de dotar de significado a procesos y realidades como aquella fuerza que las personas desarrollan para lidiar con sus vidas cotidianas.

Aquí, interesa resaltar como la afirmación de que la energía nos sitúa en el campo de que, lejos de concebirla como una noción cerrada constituye una forma de pensar y razonar el mundo como resultado de una tarea tanto individual como colectiva. 

En este sentido, si bien el interés en la noción de ‘energía’ emerge de una de las primeras consideraciones que surgen en muchas narrativas de especialistas en la idea de que todo lo existente se encuentra investido de energía y que el cuerpo humano no escapa a esta realidad ‘somos energía’. Así lo expreso el científico Albert Einstein “Todo es energía y eso es todo lo que hay”.

Por lo tanto, estas ideas se sustentan en la afirmación de la existencia de una energía universal que es única y que constituye el principio y fundamento que incorpora en un estado de unidad a todo lo existente.

Si bien, se podría mencionar que tanto especialistas como la mayor parte de las personas están de acuerdo con esta afirmación. Sin duda, la relevancia de este tipo de afirmación se registra entre aquellos actores sociales que atraviesan por un proceso de socialización en su diario vivir.

La energía es todo lo que mantiene en pie al universo, por lo tanto, es también lo que mantiene en pie al ser humano de forma ancestral. La energía es nuestro alimento, es lo que nos mantiene vivos. La energía que viene de fuera (entorno inmediato) es la que se tiene que filtrar y de esta manera proteger la que se tiene dentro, esa es la energía vital, presente también en nuestro cuerpo físico, ya que cuando esa energía decide salir retorna al universo.

Por ello, la energía es representada como todo lo que mantiene unido al universo, aunque existan mil formas de mencionarlo. Pero, por otro lado, se señala la existencia de modos específicos en que esa energía se adquiere, mantiene y transforma en el marco de la corporalidad humana.

Al respecto, se podrían identificar tres tipos de energías vitales que interactúan en el contexto del espacio corporal: una que tiene que ver con el pasado “energía ancestral”, vocablo de notorio peso en el ideario de las filosofías orientales y otras dos con el presente. También, la energía es investida de una idea asociada a lo sagrado en un sentido inmanente, es decir, presente en todas las cosas, a diferencia de la concepción de ‘entidad divina’ externa al hombre y a su universo. Este enfoque es aceptado como una idea de energía en términos de una conexión entre el mundo humano y la naturaleza; uniendo la dimensión humana con la no-humana y lo material con lo inmaterial.

Por lo tanto, desde nuestro interior es todo lo que podemos sentir, comunicar y transformar de la misma forma que se transforma el universo y con ello recuperar la idea de energía primigenia, donde se incluye también a aquellas personas que nos precedieron.

Con lo anterior, la conceptualización holística de energía permite examinar todo lo existente de acuerdo con una lógica en común, conformando una relación entre todo aquello que sucede en el espacio de la corporalidad humana (física, mental, emocional) con una dimensión externa, estableciendo relaciones de causa-efecto (karma).

Lo anterior, también se manifiesta con lo sagrado, enfatizando una connotación de energía como potencia o fuerza: Dios, Chispa Divina, Amor y Fuerza Vital, entre otras.

Ahora bien, en términos holísticos, en el cuerpo humano además del aura la energía se complejiza con los chakras o centros energéticos que se ubican en la columna vertebral (perspectiva hinduista), los meridianos (canales energéticos que recorren el cuerpo humano (perspectiva de la medicina china), la teoría de las energías o polos opuestos: ying-yang o la dualidad del equilibrio, entre otras.

Por lo tanto, la idea de una fuerza vital que impregna al ser humano (cuerpo-mente-espíritu) y por ende a todo en el universo, se integra también a los significados del término ‘energía’ misma que invariablemente remite a la energía positiva-negativa o a las buenas/malas energías y su implicación en toda acción y en todo lo existente.

Desde este enfoque, la fuerza vital en constante fluir puede ser bloqueada generando desequilibrio, pero también puede reequilibrarse si se pone en práctica la intención adecuada, lo que invita a detectar los estados negativos o positivos de las personas. Lo que le otorga una dimensión moral o carácter ambivalente (positiva/negativa).

Por todo lo anterior, se comprende entonces que existe una energía universal y la energía humana es como una esponja que absorbe esa energía a través de los canales energéticos presentes en el cuerpo humano descritos con anterioridad, donde factores como el medio influyen sobremanera en el modo en que esta energía es filtrada hacia el interior del cuerpo, en otras palabras, si existe ruido en el canal, la energía se filtra en dos tipos de vertientes: positiva o negativa.

En su vertiente positiva, existen personas maravillosas, creativas y que sólo buscan el bien común. En su vertiente negativa, esto se contiene en un amplio espectro de personas, que incluye desde malos gobernantes y malas personas que consciente o inconscientemente generan un daño en otros y, en ambos casos existen perversos, psicópatas y egoístas que no pueden dar, sólo recibir. Gente que se queja con o sin razón, que critica, que vulnera y que no son necesariamente etiquetados de acuerdo con su intención de dañar a otros, pero sí definidos negativamente debido a que no pueden, ni permiten disfrutar. Por lo regular son personas apáticas y ávidas de afecto y, por ende, terminan absorbiendo, generando y arrojando más energía negativa en el ambiente.

En conclusión, existen personas (en el poder o no) que no pueden registrar, ni filtrar su mala energía y no hacen nada para cambiarla y como consecuencia se coartan los derechos y la libertad de las mayorías. 

Las malas acciones de unos pocos sin ningún tipo de filosofía de vida, ejercen y generan un poderoso caos energético en el resto de las personas que habitan en ese nefasto circulo vicioso llamado “Sistema”, lo que coarta la posibilidad de incrementar y generar altas dosis de energía colectiva positiva.  masryram@msn.com

 

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