“Quien dedica su tiempo para mejorarse a sí mismo, no tiene tiempo para
criticar a los demás”
Madre Teresa de Calcuta
Una leve
mirada a los diarios aconteceres, enchina la piel y comprime el alma. Dimes,
diretes, ofensas, reproches, represalias, manifestaciones. Silencio de los que
tienen que explicar, evasión de los que tienen que dar resultados.
Nunca antes en
la historia de la humanidad se habían tenido los medios para verter con tanta
facilidad nuestra opinión. Se rompen las barreras sociales, es fácil llegar a
los poderosos, lanzar diatribas y acusaciones. Además de tener la tecnología
para grabar acontecimientos, tenemos voz para juzgar, en un segundo se
traspasan los límites, se rompe la muralla de la libertad de expresión y
trastabillamos directo al libertinaje juzgativo.
Las razones de
unos, los motivos de otros; el conflicto trasciende fronteras. Las soluciones
se vislumbran imposibles, el daño es de pesada y añeja estructura, es culpa de
los excesos y es complicado dar respuesta ágil a las necesidades y
requerimientos sociales.
También es
cierto, el cinismo, incapacidad y falta de conciencia de algunos políticos; es
exasperante. Romper la inercia, es complejo, estamos a un clic de distancia.
Invadimos las esferas individuales y sociales, juzgamos sin medida, sin
comprender en esencia los distintos escenarios globales.
Cuando se
juzga, queda implícito que se puede hacer mejor, que se es un ser humano
superior. Ante el hecho, sólo queda subirse a la palestra y demostrarlo. No
sólo ver los toros desde la barrera, es momento de actuar, de demostrar con
hechos que la cosa, situación o persona juzgada se puede perfeccionar o
corregir.
El doctor
Alberto Villoldo menciona en su libro Las Cuatro Revelaciones que “Cuando
practicas el no juzgar, te niegas a seguir automáticamente la opinión de los
demás en cualquier situación. Al hacer esto, comienzas a tener un sentido de la
ética que trasciende las tradiciones de nuestro tiempo. Esto es importante hoy
en día, cuando las imágenes de los medios de comunicación se han convertido en
algo más convincente que la realidad, y nuestros valores –libertad, amor,
etcétera- son reducidos a eslóganes y palabras vacías”.
Como
complemento a lo anterior, podremos mencionar también lo estipulado en Los
Cuatro Acuerdos de la Sabiduría Tolteca, donde se recomienda en primer lugar,
no suponer, no dar nada por supuesto;
honrar las palabras, ser coherente con lo que se hace y con lo que se
piensa; hacer siempre lo mejor, si siempre se hace lo mejor, nunca te
recriminaras y no te arrepentirás de nada y por último no tomar nada personal,
en la medida que alguien te quiere lastimar, se lastima a sí mismo y el
problema es de él, no tuyo.
El momento de
romper las viejas estructuras ha llegado. El tiempo de romper paradigmas es
ahora, no mañana; los jóvenes empujan y lo hacen fuerte, están mejor preparados
y tienen su conciencia limpia. Se requiere sangre nueva que oxigene a nuestro
país, gente que haga y dé el máximo, no a cortapisas, ni con mediocridad, ni
tampoco con intereses mezquinos.
Contrariamente
a lo que se espera, la solución no se dará en masa, sino desde el individuo.
Millones de gotas de agua pueden formar un océano, pero sin perder de vista la
individualidad de cada ser humano. El cambio es la única constante en la vida.
Si no cambiamos, la vida es dura. Se siente como un castigo. Solamente así se trascenderán fronteras.
Es muy triste ver como todos juzgan a todos; como bien menciona Marisú, tenemos apertura total para exponer nuestra opinión, pero infortunadamente la mayoría no opina, juzga, y lo hace por medio de redes sociales, donde en realidad no estan dando la cara, donde es muy fácil insultar, minimizar, discriminar y hacer juicios absurdos y deshonestos, con la doble moral que caracteriza a muchos..., es raro encontrarse con alguien que respete opiniones de los demás y que sea empatico, y lo peor es que las nuevas generaciones son quienes más arraigado tienen este mal.
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